Gómez Romero 1801

Benito Gómez Romero: «Preliminar»

James Thomson, Las Estaciones del año, poema de Jayme Thompson. Traducido por D. Benito Gómez Romero, Presbítero. Primavera y Estío, Madrid, Imprenta Real, 1801, IX–XXI.

Fuente: M.ª Jesús García Garrosa & Francisco Lafarga, El discurso sobre la traducción en la España del siglo XVIII. Estudio y antología, Kassel, Reichenberger, 2004, 347–348.

 

[XIX] Resta solo decir algo acerca de mi traducción y confesar de buena fe que muy luego que la hube empezado, tropecé con las grandes dificultades que ofrecía una empresa tal y me desengañé de lo imposible que era darla literal en todas sus partes sin que dejasen de quedar desfiguradas muchas de sus principales bellezas. Esta verdad me hizo retraer de aquel método y no adoptar otro que el de ser exacto en los pensamientos de mi autor, fiel en conservar sus imágenes y figuras en cuanto me fuese posible, pero evitando todo lo que mirase a nimia servidumbre, y tan lejos de hacer sacrificio de la elegancia de nuestra lengua (como asegura haberlo hecho de la suya el autor de la traducción francesa en prosa, que he tenido a la vista, por el placer, según añade, de dar literalmente la energía y fuerza a los pensamientos y epítetos del original), la he dejado brillar libremente, aun exornando ciertas imágenes y lugares, según lo permitía su carácter gramatical, con pensamientos propios de cada objeto, que no desdiciendo ni oponiéndose a las ideas de mi poeta y corriendo al nivel de los suyos, lejos de desfigurarlas contribuyesen a dejar concluidos los cuadros, sonando mejor a nuestros oídos. Mis sabios lectores, que no deben ignorar las dificultades que se tocan en traducir un poeta, conservándole toda su propiedad [XX] posible, bien conocerán lo necesaria que es esta clase de libertad, principalmente en verso, para que, sin faltar a la exactitud y claridad de los pensamientos de un autor, brille también la riqueza y elegancia del idioma en que se traducen. Pero aún no quedarían vencidas con ella sola todas las grandes dificultades que se ofrecen para traducir con la justa propiedad el poema de las Estaciones que escribió Thompson: mil veces me hubiera visto perdido entre una infinidad de pasajes oscuros e incoherentes, a no haber recurrido al grande original de la misma naturaleza, que precisamente no debió perder de vista el autor para escribirlas. A la continua observación de esta puedo asegurar haber debido tanto como a la copia para no desmayar y concluir la mía; a pesar de que he procurado identificarme, por decirlo así, con el espíritu y los pensamientos de mi autor, no me desdeño asegurar que al paso han ido siendo confrontados con la naturaleza que pintan y que en algunos pasajes, según ha convenido, he preferido ser más bien imitador libre que exacto copiante. Por fortuna he presenciado las más de las escenas campestres que describe; he ejercitado aun algunas, como la pesca, la caza y otras; he visto borrascas, naufragios, &c. y, a mayor abundamiento, he indagado las noticias que he podido de cada práctico en [XXI] varias otras materias que se tocan, sin omitir tampoco la inquisición de muchos términos y voces técnicas, para contribuir por mi parte a la mayor propiedad; y cuando o me han faltado estos auxilios o no han podido ser suficientes, he consultado en la historia y geografía los lugares que han sido necesarios, todo a fin de no faltar a la verdad, que hace la basa principal de esta obra.

Finalmente, conociendo que aun los pensamientos más sublimes como que pierden el todo de su valor cuando no se hallan expresados con elevación y claridad, he puesto no menor cuidado en que estas dos cualidades tan apreciables vayan unidas en todos los que comprende esta obra, cuyas principales bellezas se indican de pronto en el índice alfabético que de intento he formado de los cuadros, imágenes, descripciones y cosas más notables que en ella se contienen y va dividido por partes al frente de las de este poema tan interesante cuanto digno de estar en nuestra lengua como de las extranjeras en que se ha traducido.