Menéndez Pelayo 1881

Marcelino Menéndez Pelayo: «Advertencia preliminar»

Dramas de Guillermo Shakespeare. El mercader de Venecia. Macbeth. Romeo y Julieta. Otelo, Barcelona, Daniel Cortezo, 1881, 3–4.

 

Sale a luz este primer tomo de la versión de Shakespeare, sin la biografía y juicio del autor que debían encabezarle. Ocupaciones y tareas de todo género, falta de reposo, y aun obstáculos literarios que fuera largo enumerar, nos hacen diferir para remate del último volumen lo que debió ir en el primero. Quizá con la tardanza resulte menos imperfecto nuestro estudio.

En la traducción he procurado, ante todo, conservar el sabor del original, sin mengua de la energía, propiedad y concisión de nuestra lengua castellana. Muchas veces he sido más fiel al sentido que a las palabras, creyendo interpretar así la mente de Shakespeare mejor que aquellos traductores que crudamente reproducen hasta los ápices del estilo del original, y las aberraciones contra el buen gusto, en que a veces incurría el gran poeta. Como la gloria de Shakespeare, el más grande de los dramáticos del mundo (aunque entren en cuenta Sófocles y Calderón), no consiste en estas pueriles menudencias, sino en el vigor y verdad de la expresión, y sobre todo en el maravilloso poder de crear caracteres y fisonomías humanas, reales y vivas, que es entre todas las facultades artísticas la que más acerca al hombre a su divino Hacedor, parecería mezquindad y falta de gusto entretenerse en recoger las migajas de la mesa del gran poeta, cuando nos brindan en el centro de ella los más sabrosos y fortificantes manjares. Mi traducción no es literal o interlineal, como puede hacerla quienquiera que sepa inglés, con seguridad o de no ser entendido o de adormecer a lectores españoles. Yo he querido hacer, bien o mal, una traducción literaria, en que comprendiendo a mi modo los personajes de Shakespeare, colocándome en las situaciones imaginadas por el gran poeta, y sin omitir a sabiendas ninguno de sus pensamientos, ninguno de los matices de pasión o de frase, que esmaltan el diálogo, he procurado decir a la española y en estilo de nuestro siglo lo que en inglés del siglo XVI dijo el autor. No he añadido ni un vocablo de mi cosecha, ni creo haber suprimido nada esencial, característico y bello. En conservar las rudezas de expresión y las brutalidades de color he puesto especial ahínco, como quiera que forman parte y muy esencial de la índole del poeta. Algo he moderado el pródigo lujo de su expresión, sobre todo cuando degenera en antítesis, conceptillos y phebus extravagante. Sírvame de disculpa el que lo mismo han hecho los alemanes que han traducido a Calderón, y por análogas razones los extraños que sólo ven en el gran poeta la alteza del pensamiento, y no la expresión casi [4] siempre falsa y desconcertada, ponen a Calderón sobre su cabeza mucho más que los nuestros. Quizá me haya llevado demasiado lejos mi amor a la sencillez, a la sobriedad y al nervio del estilo. Por si fuere así, anticipadamente pido perdón, declarando que mi principal objeto ha sido hacer una traducción que pueda leerse seguida con facilidad y sin tropiezo de notas y comentarios, en suma, popularizar a Shakespeare en España.

De las cuatro obras dramáticas incluidas en este tomo hay excelentes traducciones castellanas. El Macbeth fue puesto en versos castellanos, algo duros y parafrásticos, pero fidelísimos y robustos, por D. José García de Villalta (que escribía el inglés con tanta facilidad como el castellano), y silbada estrepitosamente (para vergüenza nuestra debe decirse, aunque muy bajo y de modo que no lo oigan los extranjeros) por el público del teatro del Príncipe en 1835. Después le ha traducido con mayor fluidez y armonía D. Guillermo Macpherson, a quien debemos otra elegante versión de Julieta y Romeo. Villalta publicó también un fragmento de Otelo, y así ésta como el Mercader de Venecia y Julieta fueron bien interpretadas, con ciertas escabrosidades de dicción pero con mucho sabor shakesperiano, por el malogrado Jaime Clark. También hemos oído aplaudir, aunque sin llegar a verlas, las traducciones del Marqués de Dos Hermanas. De todas las demás nos hemos aprovechado en la interpretación de los pasajes difíciles, así como de la comparación de algunos textos ingleses y de varios comentadores.