Trigueros 1804

Cándido María Trigueros: «Prólogo, desengaño o engañifa»

C. M. Trigueros, Mis pasatiempos. Almacén de fruslerías agradables, por el último continuador de La Galatea, Madrid, Viuda de López, 1804, I, V–XXIV.

Fuente: M.ª Jesús García Garrosa & Francisco Lafarga, El discurso sobre la traducción en la España del siglo XVIII. Estudio y antología, Kassel, Reichenberger, 2004, 360–362.

 

[VII] Nos inundan por todas partes con novelas, historias, cuentos y anécdotas, y la intolerable persecución de los malos traductores no contentándose con oprimirnos con toda la apestada pócima de los escritores ultramontanos, nos la presentan por lo común en una jerigonza o idioma tal y tan bueno, que si no los conjuran como a la langosta, o los contienen a fuerza de latigazos, Dios haya perdonado la lengua castellana. […]

[VIII] Pero cada instante se esparcen prospectos de obras nacidas en tierras extranjeras, que se dicen vertidas al castellano (como quien vierte un vaso inmundo en un lugar sucio) y son [IX] novelas de muchos tomos, como quien dice de muchas leguas de andadura. Sus anuncios manchan las gacetas y los diarios con los desmesurados y descomunales elogios que en ellos rebosan: ya se ve, como que son escritos por los interesados que a nada tienen miedo sino a la falta de venta. […]

[XI] ¿Es acaso instruirnos y divertirnos el apestarnos con volúmenes sobre volúmenes de un mismo asunto, escritos por lo común en cartas, sin invención, henchidas de repeticiones donde una sola razón nada entre muchos millares de palabras superfluas y afectadas y que si en su original están escritas, como sin duda lo están, en buen estilo y lenguaje, en la traducción [XII] no pueden leerse sin asco?

Quebrántase el corazón al ver tan maltratada la lengua castellana y causa bascas el oír un lenguaje empedrado de voces y modismos de tutilimundi, sin conservar ni aun la sintaxis, y más parecido al de los lacayos de los embajadores que al de Mariana, los Leones o Cervantes; pero lo más doloroso es que con el favor de tales obras ha llegado a tanto la sandez, que hay quien en algunas de ellas tiene la avilantez de intentar persuadir que cualquier versión debe oler al lenguaje de su original, como si dijera que el vino no puede ser apreciable si no huele a la pega. [xiii] Pero tolérese aun esta intolerable corrupción. […]

[xx] Yo que conozco todo lo que llevo dicho, no caigo en la flaqueza de intentar persuadir al público que con una nueva colección de tales bagatelas ofrezco una obra útil para asunto ninguno como sea para entretener un rato. Hallo que si escribiera una obra buena quizá no me la comprarían y escribo una mala e inútil, porque [XXI] ya que la casa se quema quiero calentarme a ella; no ofrezco una colección admirable, sino un almacén de fruslerías, en que se contienen las que he escrito por mero pasatiempo y son a propósito para el de otros.

Pero aunque mi obra no la crea útil, ni la venda por buena, aspiro a que no sea perniciosa, a que sea entretenida y no molesta, a que a lo menos no desdiga de nuestra lengua, y a que siendo bastante variada en todas las partes que la constituyen. y en todas sus circunstancias, no fastidie a los que la compren.

¿Qué tomos tendrá? no lo sé: acaso ocho, acaso seis, [XXII] acaso menos o más; el aprecio o menosprecio del público y la lista de los subscriptores podrán arreglar su extensión; cada tomo constará de tres cuadernos, y cada cuaderno de una, dos, tres o más. Estas serán sencillas y muy diversas unas de otras: unas originales, otras tomadas de obras italianas, francesas o inglesas, y quizá algunas serán nuestras abreviándolas y traduciéndolas del estilo del siglo pasado al presente; ni me ceñiré a novelas, acaso añadiré vidas o historias verdaderas: acaso tragedias, sueños y qué sé yo qué más cosas.

Cuando traduzca lo haré libremente y jamás al pie de la letra, [xxiii] alteraré, mudaré, quitaré y añadiré lo que me pareciere a propósito para mejorar el original, y reformaré hasta el plan y la conducta de la fábula cuando juzgue que así conviene. […]

[XXIV] Aunque el estilo haya de variar según lo exijan los asuntos, los personajes y sus caracteres, el lenguaje, la frase y la sintaxis será siempre una, siempre mía y siempre castellana.