F. de V.: Satirilla contra el prurito de traducir, escrita en tercetos por D. F. de V., Barcelona, Imprenta de J. Verdaguer, 1834, 8 pp.
Fuente: Francisco Lafarga, Carole Fillière, M.ª Jesús García Garrosa & Juan Jesús Zaro, Pensar la traducción en la España del siglo XIX, Madrid, Escolar y Mayo, 2016, 140–143.
[3] ¡Oh, cuán poco la España conocía
al dictar su precepto el grande Horacio!
«No al vate se permite medianía».
Regir pudo su ley allá en el Lacio,
que desmiente en España sus lecciones
cualquier desaliñado cartapacio.
Publícanse doquier composiciones
mas ninguno obedece en su trabajo
los preceptos de Horacio a los Pisones,
y emporcando papeles a destajo
la pluma usurpa del sin par Cervantes
quien estudió tal vez menos que un majo.
Cual del viento a los soplos incesantes
se alza el polvo a las nubes desde el suelo,
así una densa turba de ignorantes
tiende sobre Helicona el negro vuelo,
que de Apolo el asilo profanando
el numen roban, que les niega el cielo.
[4] ¿Y quietos y callados hasta cuándo
invadido veremos el Parnaso
por los sectarios del maldito bando?
¡Ah, si por dicha ahora, o por acaso
de Pitillas tuviese el acre azote!
Entonces, voto a Herrera y Garcilaso,
con vida no quedara el monigote
que busca en escribir no fama, renta,
y vengara al autor del Don Quijote,
que es del hispano suelo grande afrenta
verlo de traductores atestado
cuando un original apenas cuenta.
Mas, ya que numen tal me negó el hado
alzaré el grito a la española gente,
aunque de pocos le veré escuchado.
Intentaré poner valla al torrente
fiero, que del Pirene inunda a España.
Sálvela enhorabuena su corriente,
que yo cumplí con detener su saña,
y cumpliré los restos acatando
que saben arrostrar furia tamaña.
Flujo de traducir, dime: ¿tu infando
numen, que Dios confunda, es la manía
o el interés quien lo hace venerando?
Siempre que a visitar la librería
me llevan o mi estrella, o mis pecados,
[5] mírote cual su rey de noche y día,
y tus negros abortos hacinados
en pulidos estantes de caoba
y en papel de color encuadernados.
A su vista mi espíritu se arroba,
y por poco no rompo los cristales
y a lo que guardan doy pesada soba.
¡Oh agüeros de mi patria tan fatales!
Hasta las librerías, ¡cielo santo!,
de necios nos acusan y animales.
¿Por qué a los extranjeros damos tanto
mientras que el vate hispano en capuchinos
mendiga una ración bañada en llanto?
Escribe original… son desatinos
y aunque valga tu obra no te asombre
si el vulgo te la tasa en dos cominos.
Mas si acaba en on o en eux tu nombre
ya la composición es maravilla
y su escritor tal vez un grande hombre.
Volviéndola en la lengua de Castilla
hacen todos a España un gran servicio;
¡oh, mejor la sirvieran en Melilla
con un grillete al pie! Cundió ya el vicio:
novelas, dramas, todo se traduce,
que el prurito fatal salió de quicio.
¿Y quién hoy día entre los sabios luce
si le falta en el Támesis o el Sena
corresponsal que a traducirle aguce?
Un buen original no vale pena;
¿y aunque profane del crinado el solio,
cuál obra dejará ya ser buena
si en París, o a la faz del Capitolio,
nació su autor, y del la apología
le lleva la mitad de un tomo en folio?
¿Quién? ¿Y no se hará gracia a tal manía
viendo las producciones extranjeras
escritas con buen gusto y fantasía?
[…]
[7] Basta, basta de trágica ensalada;
¿no reparas, mastín, que si me empeño
la iré a comprar de balde en la Explanada?
Si de tu traducción es el diseño
guárdala, que es mejor y más barato
comprar un abanico de Robreño.
Exclamará tal vez un literato:
el abuso es patente, pero amigo,
la gente se divierte y mata el rato.
¡Ojalá la ponzoña del tosigo
diese a tal invención muerte debida,
y a rato tan cruel justo castigo!
Que yo (si una leyenda fementida
de la mente a despecho leen mis ojos)
no el rato acabo, pero sí la vida.
Mas cesen, cesen ya nuestros enojos,
y de aquesta borrasca literaria
[8] saludemos los ínclitos despojos.
Contados son: que en mescolanza varia
(sea dicho con perdón) la musa hispana
es, más que original, originaria
de tras–Pirene; no hay cabeza sana,
excepto algunas pocas, que se atreva
a escribir en la lengua de Mariana.
La peste traductora acá se ceba
más que el cólera, y no vale un escrito
si el sello de la aduana en sí no lleva.
El interés, el interés maldito
la cabeza mejor al retortero
traerá, arrastrada del fatal prurito.
– No cruja más tu látigo severo,
cesa ya de morder. – Sea enhorabuena,
mas hacedme un favor, bien que el postrero:
soltad la rica y abundante vena,
escribid, yo os prometo que la gente
echará al Tajo lo que echara al Sena.
¿Si no, qué sirve el celo más ardiente,
ni a los cielos alzar airado el grito?
Nada he de conseguir más que reviente
si arrastra al sabio el interés maldito.