Gallo 1755

Nicolás Gallo: «Aprobación del padre don Nicolás Gallo, presbítero de la congregación del Salvador»

Modo de enseñar, y estudiar las Bellas Letras, para ilustrar el entendimiento, y rectificar el corazón. Escrito en idioma francés por Mons. Rolin, rector de la Universidad de París, Professor de eloquencia, &c. Traducido al castellano por Dª María Cathalina de Caso, quien le dedica a la Reyna nuestra señora, Dª María Bárbara, Madrid, Imprenta del Mercurio, 1755,  hh. 5r–6r.

Fuente: Bieses. Bibliografía de escritoras españolas.

 

[h. 5r] De orden del supremo Consejo de Castilla, he visto de todo cuidado la obra escrita por Monsieur Rollin en su idioma francés, con el título de Método de enseñar las bellas letras, que ha traducido a nuestro castellano la señora doña Catalina de Caso, la que nada contiene contra las regalías de su majestad ni contra las buenas costumbres, y contiene demasiado que deba ocupar su elogio y nuestra admiración.

Porque una traducción cabal, y sin los defectos de que comúnmente adolecen las traducciones, es una especie de prodigio que se desea mucho ver, pero que rara vez se halla, aunque las personas que se dedican a hacerlas sean las más hábiles y tengan una perfecta comprensión así de la materia traducida como de los dos idiomas que deben jugar en ellas, que son el original en que se escribieron y el extraño a que se trasladan, porque todo ello es menester para hacer una traducción tolerable; y aun con todo ello se han visto hombres grandes que han dado a luz producciones muy plausibles de su propio caudal; y que cuando han querido dedicarse a traducir obras de otro idioma distinto a aquel en que se criaron, han caído en desgracia del público, y apenas se les conoce en ellas por las malas noticias que del verdadero carácter de los autores nos dan sus traducciones.

Sobre esta verdad, que la experiencia nos contesta todos los días, se hace más digno de admiración ver a una joven señora aplicada a traducir del idioma francés en el nuestro la obra más útil pero la más difícil del célebre Monsieur Rollin. Pues aunque no repugne a su sexo el conocimiento de las ciencias, y se vean actualmente aparecer en los teatros y concurrencias de los sabios, y aun en las más famosas universidades, mujeres insignes, dotadas de excelentes ingenios, sin embargo no suele hallarse en sus obras con tanta frecuencia el juicio, el buen gusto y la propiedad, que todo junto hallo yo en esta traducción.

Pertenece al buen juicio la elección en la materia que quiere traducirse. Pues ¿quién diría que entre las muchas obras de Rollin que ceban con ardor la curiosidad de los lectores, como son las historias antiguas de este autor, tan fértiles de acaecimientos memorables, y que dicen más con el genio de las mujeres, aparta esta señora su atención de ellas para ponerla en el Método que tenemos entre manos, [h. 5v] que aunque utilísimo para la instrucción de la juventud, es de suyo seco, estéril y de poco atractivo para los lectores? Pero la solidez de su juicio miró más a la utilidad que a la diversión del público; y por ella no dudó tomarse este trabajo tan desabrido, y tan difícil, y renunciando al aplauso, y al despacho que tendrían las traducciones de otras piezas menos útiles, aunque más sabrosas, y venciendo la aridez de la materia, que trata con el buen gusto, que reina en el fondo de su espíritu.

Distínguese el buen gusto del juicio en que este se ocupa en discernir y elegir entre las materias que deben darse al público, cuáles sean las más ventajosas a la sociedad, o cuáles las que menos le interesan con su conocimiento y su práctica. Pero no siempre la voluntad de los escritores sigue con docilidad y de buena guía los dictámenes de su entendimiento. Para esto es menester que al juicio acompañe el buen gusto; esto es, que no solo los escritores distingan lo útil de lo menos útil o de lo perjudicial de los asuntos; fino es que tengan el paladar de la razón tan delicado, que trascendiendo de lo vulgar y lo mediano, le tomen el sabor a lo sublime, y que descubran y sientan en él una especie de deleite superior al que tienen los genios vulgares en las materias de orden inferior y de menos utilidad. Esto es lo que esta señora hace ver en su traducción. La instrucción de los jóvenes y la práctica de ella es (como decimos) la materia más seca de cuantas en las obras de monsieur Rollin podía elegir la aplicación, y emplear los talentos de nuestra traductora. Pero su penetración, y discernimiento, no solo descubrieron en ella el provecho que su noticia y su uso traería a la juventud, y por el consiguiente a la República; sino es que en el prólogo, y en los motivos que en él da para haber emprendido este trabajo, manifiesta un genio y un gusto elevadísimo , que extiende sus luces y sus conocimientos al mayor interés de la sociedad, que es la educación, y la instrucción del hombre en la edad pueril, la cual por lo común es la que gobierna y sirve de regla a toda la vida, y de quien depende todo el buen o mal destino. Por poco que se trate a esta señora, y se observen sus loables ocupaciones, su virtud y sus especiales talentos, se reconocerá que poca parte tienen en mis expresiones la adulación ni la urbanidad.

No es menos la propiedad que el juicio y el buen gusto con que está hecha la traducción, trasladando a nuestro idioma toda la fuerza y energía que tiene la obra en su original, y buscando en el castellano las voces y frases que presenten el mismo sentido que tiene en su lengua nativa. No [h. 6r] pocas veces sucede que un francés (y lo mismo digo de otro cualquiera extranjero) pretende aprender el español; pero, o porque su talento es limitado para ello, o porque su aplicación es superficial, bien lejos de conseguir su deseo desgracia su propia lengua y no adquiere la extraña, usando en la una los idiotismos de la otra, y haciendo una mezcla de los dos idiomas, que ni bien es francesa ni española su locución, ni por ella se le puede conocer su patria, y el primitivo lenguaje en que se crió. Todo lo contrario sucede a nuestra traductora. Con tanta perfección posee el francés y el castellano que si por cualquiera de ellos queremos saber dónde nació y cuál fue su lengua nativa, no se puede discernir bastantemente, y la propiedad con que usa de uno y otro idioma, nos deja problemáticos, y en duda su origen, su nacimiento y su educación. Bien puede ser que yo me engañe, pues mi ignorancia, y la corta comprensión que tengo de una y otra lengua, dan suficiente motivo para ello; pero lo cierto es que, cotejada esta traducción con tantas como en nuestros días se dan al público, yo hallo en ellas lo que no hallo en otras muchas, y es parecerme que cuando la leo, leo un autor que jamás estuvo escrito en otra lengua que la castellana, y esto para mí es la regla de discernir las buenas de las malas traducciones. No habrá contribuido poco para esto la lengua latina, que nuestra traductora posee en un grado más que regular; pues como la francesa y la española son hijas de la lengua latina, sirven infinito para la cultura y el uso de las dos hermanas las lecciones y las reglas de la madre común de una y otra.

Por estos motivos, no solo siento se le puede dar a la señora doña María Catalina la licencia que pide para la impresión de esta obra, sino es también las gracias de su traducción, con la esperanza de que la continúe en las demás obras de monsieur Rolin, etc. Madrid, 19 de diciembre de 1754.