Morillo

Gregorio Morillo: «De la traducción de Estacio» (ca. 1603)

La Tebaida, de Estacio, traducida por el licenciado Juan de Arjona en Curiosidades bibliográficas. Colección escogida de obras raras de amenidad y erudición. Ed. de Adolfo de Castro (Madrid, M. Rivadeneyra, 1855 [BAE 36]), 63–65

Fuente: Julio–César Santoyo, Teoría y crítica de la traducción: antología, Bellaterra, Universitat Autònoma de Barcelona, 1987, 73–74.

 

[73] Por tan estrecha senda quiere Ciceron que camine el que traduce de una lengua en otra, que le obliga á interpretar palabra por palabra; y por no haber guardado él mismo esta ley, no se llama intérprete en algunas cosas que tradujo de los griegos, y aunque le fué necesario, dice, acomodar sentencias á sentencias, eligiendo las más verisímiles y conformes. Algunos romancistas dicen que Horacio dió mas anchura á este camino, y que el intérprete no está obligado palabra por palabra, tomando aquel verso del arte poética:

Nec verbum verbo curabis reddere fidus interpres.

Y engáñanse, que antes Horacio estrecha mas esta ley, y aquel verso trae dependencia desde arriba, Publia materies privati juris, etc., donde dice que el que de un argumento de historia muy sabida y común, que otro haya escrito, quisiese escribir y hacer suyo el trabajo, que no la traduzca palabra por palabra (como debiera hacer un fiel intérprete), sino que aquello de que se aprovechare lo varie por modos diferentes, de suerte que lo pueda publicar por suyo, y aun si imitare á algun autor, no le aconseja que se entre donde no pueda salir á su salvo. Mas libertad concedió Plinio Cecilio á su amigo Tusco, que se ocupaba en este ejercicio, diciéndole que en sus traducciones eligiese lo mejor, y escogiese de lo elegido, procurando antes exceder al autor que seguirle; porque de igualarle se daban pocas gracias, y de no alcanzarle se caía en grande afrenta, y sin ella no se podrá excusar el que traduce de que se engañó en la materia y argumento, debiéndola saber consumadamente. Pero, aunque unos limitan esta ley y otros la amplian, no se puede negar sino que haria cosa [74] ridícula y desabrida el que se atreviese á traducir una lengua en otra, si de entrambas no supiese bien la propiedad de las voces y elegancia de las frases, que á pocos es concedido, por ser imposible juntarse las lenguas sin confusión, habiéndose dividido con ellas. Cualquier libro, dice san Hilario, es en la variedad de los vocablos como una ciudad de muchas casas, que para cada puerta tiene su diferente llave; y si estas atasen juntas, no acertaria abrir sin confusion el que no supiese cuál llave es de cada cerradura. Conociendo esta dificultad, llamó Boscan traicion á la traduccion, porque el que interpreta en otra la lengua que no sabe, á entrambas hace injuria, mayormente si de la lengua rica y abundante traduce en lengua pobre y estéril. En esto excedió tanto la griega á la latina, que tal vez con muchas palabras juntas, segun Agelio, no se puede interpretar lo que el griego dice en una sola. Y si dijese que hay la misma desigualdad entre la latina y la castellana, no seria difícil de probar; porque, aunque la nuestra no es corta ni falta de conceptos, está acostumbrada á variar los vocablos con el uso, y medir con ellos los de otra lengua antigua que no ha tenido semejante variedad; seria querer ajustar un enano con un gigante; y por huir desta deformidad, ha sido forzoso á muchos usar de la paráfrasis, que es, segun Quintiliano, una version ancha que no mira á las palabras, sino á solo el sentido, imitándole por lo mejor; idioma que la lengua de cada uno permite; de que se pudieran poner muchos ejemplos, y sea uno la sentencia de Terencio, Obsequium amicos, veritas odium parit, que la interpretaria bien conforme al sentido el que dijese. «Mal me quieren mis comadres porque les digo las verdades». Pero Terencio en su adagio no se acordó de comadres, aunque usó con elegancia del verbo parit. Ni de este le estuvo bien usar al castellano, aunque se acordó tan á propósito de comadres. Mas no por causa alguna de las dichas la traducción ha de ser atrevida, ni el oficio del intérprete es decir lo que á él le parece, sino lo que pareció al autor, que declara libre; y si en alguna ocasión tiene licencia, es traduciendo cualquier poeta, en que se agravan las dificultades, por ser, como dijo Erasmo: Plurium negotii carmen carmine reddere, versum versu, verbum verbo. Y así por constar la poesía castellana de número y armonía, como la latina, y tener mas la precisa obligación de constantes, no se puede encarecer lo que se debe al trabajo que el licenciado Juan de Arjona ha tenido en traducir la Tebaida de Estacio, pues en él, guardando las leyes de intérprete fiel, ha mejorado en muchas partes las sentencias, añadido ornato á las palabras, illustrado lugares obscuros, facilitado los dificultosos y suplido en muchos los conceptos necesarios para su buen sentido, mostrándose en todo tan superior deste argumento, que pudiera llamarse, no intérprete, sino autor de la historia de Tébas, en que descubre bien la erudición que tuvo en la lengua latina y la propiedad que guardó en la castellana, adornándola con la hermosura de sus versos, como se podrá ver confiriéndolos con los de Estacio.