Alonso de Cartagena: «Prólogo» a su traducción de la Retórica de Cicerón (¿1425?)
Fuente: Francisco Lafarga (ed.), El discurso sobre la traducción en la historia. Antología bilingüe, Barcelona, EUB, 1996, 76–77.
Muchos fueron los que de la retórica en los tiempos antiguos hablaron, así griegos como latinos. Pero, aunque de la elocuencia de asaz de ellos hoy dura la fama y de algunos sus famosas oraciones –así como entre los griegos de Demóstenes y de Esquines y entre los latinos de Salustio– y de otros más libros compuestos de la arte liberal misma que llaman retórica, yo no sé que de aquellos muy antiguos en este tiempo parezcan, si no de dos actores: el uno griego, el otro latino.
El griego fue Aristóteles, que habló en ello profundamente: ca non entendió aquel filósofo que del todo acababa la obra moral, si después de las Éticas y Políticas no diese doctrinas de lo que a la elocuencia pertenece, y compuso un libro que se llama de la Retórica, en que escribió muchas y nobles conclusiones pertenecientes a este arte, de las cuales, así por teólogos como por juristas, son muchas en diversos lugares allegadas, cada una a su propósito.
El otro fue latino y éste es Marco Tulio Cicerón, el cual escribió muchos libros y tratados de diversas materias, escritos con muy elocuente estilo. Y entre ellos compuso algunos pertenecientes a la doctrina de este arte; ca, aunque en todos guardó él bien las reglas de la elocuencia, pero no habló en todos de ella: ca una cosa es hablar según el arte y otra es hablar del arte. Y él en todos guardó el arte; pero no en todos mas en algunos habló del arte. Estos si son muchos o cuántos son, no lo sé, mas los que comúnmente parecen son los siguientes: el libro de la Retórica vieja y otro de la Retórica nueva y un libro que dicen del Orador y otro del Orador menor y un breve tratado que se llama De la muy buena manera de los oradores y otro que se intitula la Tópica; los cuales, aunque por diversas maneras, todos tienden a dar doctrinas de la elocuencia. Y de estos, porque el de la Retórica vieja es primero y aun porque habla más largo, fue por vos escogido para que se pusiese en nuestro lenguaje, e hízose así por vuestro mandado.
En la traslación del cual no dudo que hallaredes algunas palabras mudadas de su propia significación y algunas añadidas, lo cual hice cuidando que cumplía así: ca no es, éste, libro de Santa Escritura en que es error añadir o menguar, mas es composición magistral hecha para nuestra doctrina. Por ende, guardada cuanto guardar se puede la intención, aunque la propiedad de las palabras se mude, no me parece cosa inconveniente; ca, como cada lengua tenga su manera de hablar, si el interpretador sigue del todo la letra, necesario es que la escritura sea oscura y pierda gran parte del dulzor. Por ende, en las doctrinas que no tienen el valor por la autoridad de quien las dijo ni han seso moral ni místico, mas solamente en ellas se cata lo que la simple letra significa, no me parece dañoso retornar la intención de la escritura en el modo del hablar que a la lengua en que se pasa conviene. La cual manera de trasladar aprueba aquel singular trasladador, santo Jerónimo, en una solemne epístola que se sobrescribe De la muy buena manera del declarar, que envió a Pamaquio, entre otras cosas diciéndole así:
«Yo no solamente lo digo, mas aun con libre voz lo confieso, que en la interpretación de los libros griegos no curo de exprimir una palabra por otra mas sigo el seso y efecto, salvo en las Santas Escrituras, porque allí el orden de las palabras trae misterio».
Y esta manera seguí aquí, porque más sin trabajo lo pueda entender quien leer lo quisiere; y aun por lo más aclarar, como quiera que en latín está todo junto y no tiene otra partición salvo la de los libros –es a saber entre el primero y el segundo– pero yo partí cada libro en diversos títulos y los títulos en capítulos según me pareció que la diversidad de la materia pedía. Y donde el vocablo latino del todo se pudo en otro de romance pasar, hícelo; donde no se pudo buenamente por otro cambiar, porque a las veces una palabra latina requiere muchas para se bien declarar y si en cada lugar por ella todas aquellas se hubiesen de poner harían confusa la obra, en el tal caso al primer paso en que la tal palabra ocurrió se hallará declarada. Y, aunque después se haya de repetir, no se repite la declaración, mas quien en ella dudare retorne al primer lugar donde se nombró, el cual está en los márgenes señalado, y verá su significación.
Pero, aunque esto todo se haga, las composiciones que son de ciencia o de arte liberal, para bien se entender, todavía piden estudio, porque no consiste la dificultad de la ciencia tan sólo en la oscuridad del lenguaje; ca si así fuese, los buenos gramáticos entenderían cualesquiera materias que en latín fuesen escritas: y vemos el contrario, ca muchos bien fundados en el arte de la gramática entienden muy poco en los libros de teología y de derecho y de otras ciencias y artes, aunque son escritas en latín, si no hubieron doctores de ellas que los enseñasen. Por ende, aunque esta Retórica sea traspuesta en llano lenguaje, quien entenderla quisiere cumple que con atención la lea.