Sáenz, Miguel (Larache, 1932)
Traductor en lengua castellana. Su formación inicial en absoluto hacía sospechar que su dedicación más relevante fuera a ser la traducción: miembro del cuerpo jurídico del Ejército del Aire, ha representado a España en distintos organismos internacionales y ha alcanzado altos grados militares, como el de general auditor del Cuerpo Jurídico de la Defensa (1989) y fiscal de la sala quinta del Tribunal Supremo (1989–1992). Ya en 1965, con todo, se produjo un punto de inflexión en su trayectoria profesional, al sentar plaza de traductor por oposición en las Naciones Unidas. Allí, durante cinco años en Nueva York y en Viena, tomó contacto con el mundo profesional que habría de terminar por ser el centro de su dedicación. Más adelante, y como consecuencia de ese vuelco intelectual, cursó estudios superiores de alemán.
La entrada de Sáenz en el mundo de la traducción literaria se produjo con la aparición de la novela Trastorno de Thomas Bernhard (M., Alfaguara, 1978), que causó un fuerte impacto en las élites literarias del momento, y abrió las puertas a la traducción por parte de Sáenz de una lista de obras del autor que ha alcanzado la treintena de títulos, y le ha dado fama de introductor en España de un novelista singular y desconocido hasta el momento. No son, sin duda alguna, las de Bernhard las únicas obras destacadas traducidas por Sáenz en una década, la primera de la transición política en España, que hierve de novedades importadas del extranjero. En esos años Sáenz inició también su dedicación a la obra de G. Grass, que le reportó en 1981 el premio Nacional de Traducción por su versión al castellano de El rodaballo (M., Alfaguara). Al año siguiente tradujo el no menos resonante volumen de Michael Ende La historia interminable, paradigma durante mucho tiempo de la literatura juvenil de calidad, que le valió el premio Nacional de Traducción de Literatura Infantil y Juvenil en 1983.
En los años subsiguientes, además de a Bernhard y a Grass, Sáenz tradujo (introduciéndolos en ocasiones en España) a autores como Alfred Döblin (Berlín Alexanderplatz; B., Bruguera, 1982), Salman Rushdie (Hijos de la medianoche, 1984; Vergüenza, 1985) y Henry Roth (Llámalo sueño, 1990), las tres en Alfaguara (Madrid). En 1992, el premio Nacional de Traducción al conjunto de su obra parecía coronar una trayectoria no sólo profesionalmente brillante, sino de una importancia capital para la cultura española. En los quince años subsiguientes, Sáenz ha seguido incrementando tanto su singular aportación a las letras españolas por vía de la traducción como su palmarés: el teatro completo de Bertold Brecht, las tres novelas magnas de Franz Kafka; al tiempo que ha seguido descubriendo nuevos autores, como la alemana de origen turco Emine Sevgi Özdamar (La vida es un caravasar; M., Alfaguara, 1994), W. G. Sebald (Austerlitz; B., Anagrama, 2002) o el innovador austriaco Josef Winkler (Natura morta; B., Galaxia Gutenberg, 2003).
De la relevancia de su trabajo da clara idea el infrecuente hecho de su repercusión fuera de nuestras fronteras: en 1996, Sáenz recibió el premio Nacional de Traducción de Austria; en 1997, se le concedieron la Medalla Goethe y la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania; en 1998, la Unión Europea le otorgó el premio Aristeion; desde 1999, es miembro de la prestigiosa Akademie für Sprache und Dichtung, que en 2018 le galardonó con el premio Friedrich Gundolf, que se otorga a personas de especial relevancia en la difusión de la lengua y cultura alemanas. En el año 2002, la Universidad de Salamanca le otorgó el doctorado honoris causa, seguida en 2017 por la Universidad de Málaga. El 22 de noviembre de 2012, la Real Academia Española lo elegía miembro de número, titular del sillón b. Al día siguiente, el diario El País titulaba de forma lapidaria: «La traducción entra en la Academia». Leyó su discurso de ingreso, Servidumbre y grandeza de la traducción, el 13 de junio de 2013. Su postura frente a la traducción podría resumirse en una frase: «el traductor, o es escritor, o no es nada en absoluto». De esa convicción deriva una actitud que tiene como centro no tanto el texto como la propia lengua: «El traductor tiene el mismo derecho (y las mismas ocasiones) que cualquier otro escritor para enriquecer su idioma, y no sólo mediante importaciones y aclimataciones». Cada una de sus traducciones ha sido acogida con aplauso, y la lista de galardones obtenidos habla por sí sola. Traductor respetuoso con el original, pero consciente del singular valor de la traducción en el sistema literario propio, niega la posibilidad de haber creado escuela, pero es indudable que su nombre ha sido, desde principios de los años 1980, un referente ineludible para los traductores literarios españoles, y para no pocos latinoamericanos.
Bibliografía
Carlos Fortea, «Traducir es un placer de dioses. Entrevista con Miguel Sáenz», Vasos Comunicantes 25 (2003), 33–37.
Miguel Sáenz, «La soledad del traductor», Vasos Comunicantes 25 (2003), 27–31.
Miguel Sáenz, Marieta Gargatagli & Andrés Ehrenhaus, «Experimentación y creatividad en el lenguaje», Vasos Comunicantes 31 (2005), 35–52.
Miguel Sáenz, «Bajo la advocación de San Google», Cuadernos de Yuste 4 (2007), 39–45.
Miguel Sáenz, Dieciocho conferencias nada magistrales y dos discursos de circunstancias, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2013.
Miguel Sáenz, Servidumbre y grandeza de la traducción, Madrid, RAE, 2013.
Carlos Fortea