Plutarco de Queronea

Plutarco de Queronea (Queronea, ca. 45 d. C.–Queronea, ca. 125 d. C.)

Filósofo y biógrafo griego. Nacido en una familia beocia notable, estudió en Atenas con el platónico Ammonio. Fue hombre respetado tanto por la sociedad griega (tuvo cargos políticos en su patria y el sacerdocio en Delfos) como por la nobleza romana (obtuvo, con Vespasiano, la ciudadanía; con Trajano los ornamenta consularia; con Adriano, el cargo de procurador de Acaya en 119). Viajó varias veces a Roma y a Alejandría. En su casa de Queronea se daban cita sus numerosos amigos griegos y romanos, muchos de ellos personajes de los Moralia, que son diálogos de corte platónico, ensayos y diatribas. Fue un platónico nostálgico de la vieja Academia; pero asumió principios aristotélicos, sobre todo los éticos, y simpatizó con el pitagorismo. Combatió a los estoicos (pese a sus coincidencias) y a los epicúreos, pues, en el ámbito teológico, era ferviente defensor de la providencia divina (negada por ambas escuelas). Esto lo acercó al pensamiento cristiano, doctrina que no conoció o, al menos, no le interesó. Tal vez por esa coincidencia fue uno de los pocos autores paganos cuya lectura no levantó sospechas en la Iglesia; de ahí el prestigio de sus obras (traducidas al latín y a las lenguas vernáculas) a partir del Renacimiento. En política fue conservador, aunque abominaba de los tiranos y déspotas e hizo bandera del equilibrio social, la libertad y el bien común; así, sus Vidas paralelas fueron modelo para los movimientos revolucionarios de la Edad Moderna. Tanto éstas, obra de madurez, como los Moralia, nos muestran a un intelectual curioso y culto, dotado para la instrucción moral y política, y con ciertos méritos literarios; sobre todo en las Vidas, que han sido una referencia constante para los biógrafos modernos.

Las Vidas paralelas fueron traducidas ya en el siglo XIV al aragonés por encargo del maestre de Santiago Juan Fernández de Heredia, que las utilizó, además, para su obra histórica. Fue la primera a lengua vernácula y en el mismo siglo se tradujo al italiano. La posterior castellana de Alonso Fernández de Palencia (Sevilla, 1491), cuyos numerosos defectos criticó Diego Gracián de Alderete llamando a sus Vidas «muertes o muertas», parte de la vulgata latina. En el XVI hay dos libros con traducciones de Vidas, ambos ligados a Francisco de Enzinas: del primero (s. l., 1547), sin nombre de traductor y más paráfrasis que traducción, no se discute la autoría, pese a notables inconsistencias; del segundo (Argentina [Estrasburgo], 1551), más ajustado al texto, el Temístocles–Camilo, con foliación distinta, se atribuyó a Gracián de Alderete, pero hoy está bien explicada la causa de la distinta foliación y la autoría de Enzinas. En el XVII, salvo la parcial traducción del Bruto por Francisco de Quevedo, interesante por sus comentarios políticos (Madrid, 1644), y el Numa de Antonio Costa (Barcelona, 1693), muy al estilo didáctico de la época, pero que reproduce, modernizado, el texto de Palencia, no existe prácticamente nada.

En los siglos posteriores, el renacimiento de las Vidas paralelas en España llegó con la excelente traducción de Antonio Ranz Romanillos (M., Imprenta Real, 1759–1830), reimpresa a menudo desde entonces y que ha dejado en el olvido alguna traducción aislada, como un Teseo anónimo de 1821, quizás de José Marchena o de José Musso Valiente. En nuestros días, además de la traducción catalana de Carles Riba (B., Fundació Bernat Metge, 1926–1946) y de una nueva traducción de todas las Vidas paralelas en la «Biblioteca Clásica Gredos», realizada en siete volúmenes entre 1985 y 2009 por diversos autores, tenemos algunas Vidas sueltas (bastante fieles al texto griego) publicadas en las dos últimas décadas del siglo pasado y en lo que va de éste, entre ellas la de Antonio Guzmán de Diodoro Sículo y Alejandro Magno (M., Akal, 1986); las aparecidas en Alianza (Madrid) de Alcibíades–Coriolano, Sertorio–Eumenes por M.ª Antonia Ozaeta (1998), de Alejandro Magno–César por A. Guzmán (2003) y de Demetrio–Antonio por Juan Francisco Martos (2007); la de Emilio Crespo de Alejandro–César, Pericles–Fabio Máximo, Alcibíades–Coriolano (M., Cátedra, 1999), o la de Carlos Alcalde con la Vida de Foción (M., Ediciones Clásicas, 2001).

En cuanto a Moralia, las traducciones hispánicas son más escasas. La castellana de Gracián de Alderete, parcial en el texto de 1548 (Alcalá de Henares) y casi completa en el de 1571 (Salamanca), fue la única disponible hasta finales del XX, si se exceptúan la del De cupiditate divitiarum de traductor anónimo, aunque atribuida a Alonso Ruiz de Virués (Valladolid, 1538), la del De ira y los Coniugalia praecepta por Diego de Astudillo (Amberes, 1551) y la de una selección de los Apotegmas por Pedro Simón Abril (1590), con reflexiones sobre la traducción, o las manuscritas conservadas en la Biblioteca Nacional de España del De capienda ex inimicis utilitate por Gaspar Hernández (ms. 6365, ff. 9–27), del De vitando aere alieno por Juan Páez de Castro (ms. 17486) y del De vitioso pudore, realizada por un traductor anónimo a partir de la latina de Erasmo de 1526 (ms. 8276, ff. 154–163). La edición castellana completa es la titulada Obras morales y de costumbres de la «Biblioteca Clásica Gredos» (1984–2004), en once volúmenes en la que han intervenido distintos traductores; no obstante, algunos tratados particulares han suscitado en los últimos años un interés especial que se refleja en ediciones aisladas, como, por mencionar las más importantes, ya sea por la calidad de la traducción o/y de los comentarios, las del Sobre la malevolencia de Heródoto, por Ana Isabel Magallón y Vicente Ramón (Zaragoza, U. de Zaragoza, 1989); Sobre el amor por A. Guzmán (M., Espasa–Calpe, 1990); Sobre el exilio por Raúl Caballero (Alianza, 2011), Consejos políticos por Fernando Gascó (M., Clásicos Políticos, 1991) y Consejos a los políticos para gobernar bien por José García López (M., Siruela, 2009).

Hay otros títulos publicados por Akal y nuevas editoriales españolas de menor importancia que mantienen vivo el interés por tratados plutarqueos de especial interés para la sociedad moderna. Como prueba de ello, se puede cerrar esta relación con la reciente edición de Cómo sacar provecho de los enemigos de García López (Siruela, 2019) y de La excelencia de las mujeres de Marta González (M., Mármara, 2019), que extraen de la inmensa obra de Plutarco dos joyas literarias muy sugerentes para la ética político–social y para las reivindicaciones de igualdad femenina tan actuales en el mundo moderno. Aunque en latín, vale la pena mencionar aquí también, por su elegancia y la originalidad de sus notas, la traducción de las Quaestiones naturales realizada por Pedro Juan Núñez, impresa en Valencia en 1554 como apéndice a la versión de los Problemata de Aristóteles y Alejandro de Afrodisias hecha por Teodoro de Gaza.

 

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Aurelio Pérez Jiménez