Giné

La traducción de la poesía francesa en el siglo XIX1

Marta Giné (Universitat de Lleida)

 

Introducción

No descubrimos nada nuevo si afirmamos que la traducción de la literatura francesa en España conoce un gran auge en el siglo XIX. Ello conlleva, asimismo, dos puntos enfrentados a lo largo del siglo: animadversión hacia todo lo que es francés (especialmente por lo que supusieron los hechos de la Revolución francesa y, luego, la guerra napoleónica); también hacia las malas traducciones y la imitación de la literatura francesa: se critica que lo extranjero merma la originalidad de los autores españoles. Aunque también puede encontrarse un concepto de apertura hacia el otro, que se irá intensificando conforme se acerque el final del siglo. La traducción poética conlleva una exigencia notable (en relación a la prosa, principalmente, el tipo de métrica, la aliteración, la connotación… una competencia no al alcance de todos los traductores), lo que explica por qué sólo empieza a traducirse poesía francesa en la Península (salvo excepciones) en el siglo XVIII (Lafarga & Santa 2009: 408).2

Por otra parte, el género poético en sí, tanto ayer como hoy, tiene un público restringido respecto a la prosa, lo que limita el número de traducciones (los editores de antaño, como los actuales, no suelen amar los riegos financieros). Es decir, el formato de publicación está muy determinado por el género. Como señala Navas Ruiz, la poesía se transmitía no sólo en forma de libro sino también en «revistas, recitales, álbumes, lecturas en instituciones, sociedades y tertulias» (2010: 15). Dividimos, por tanto, este análisis entre traducciones aparecidas en volumen, antologías o publicaciones periódicas. El objetivo de este trabajo no será tanto centrarse en el discurso crítico de la traducción poética, sino en su número y avance cronológico, así como dar cuenta de la personalidad de los traductores, cuando ello sea relevante.3

 

Las traducciones en volumen

En la primera mitad del siglo XIX, los poetas franceses, en traducción, no dejan muchas huellas en forma de volumen. Aparecen primeramente comentarios, reflexiones y críticas en revistas y periódicos de la época (véase el estudio pionero pero que sigue siendo vigente de E. A. Peers 1922), antes que las obras poéticas francesas en sí, de forma que el discurso crítico determina en parte qué traducciones verán la luz. A estas premisas, hay que añadir el carácter específico de cada poeta (temas tratados, innovaciones estilísticas, notoriedad en el país de origen), para entender por qué el primer poeta traducido es Lamartine, que destaca por su carácter sentimental y melancólico: Poesías entresacadas de las obras de A. Lamartine (1841, Imprenta Nacional de Zaragoza), a cargo de Juan Manuel de Berriozabal. Estamos, en realidad, ante una selección de la obra poética más representativa y popular del poeta francés, publicada respectivamente en 1820 (Méditations), 1823 (Les nouvelles méditations) y 1830 (Les harmonies) con un éxito inmediato en Francia por su tono sincero, espontáneo y gran musicalidad, que conectaban inmediatamente con el público. El volumen no recoge poemas de obras como Jocelyn, especie de epopeya íntima de la humanidad, La chute d’un ange, que no tuvo éxito en Francia, o Les recueillements, de inspiración más social; quizás por el escaso lapso temporal transcurrido desde la publicación original de estas obras en Francia (1836, 1838 y 1839 respectivamente). Las Poesías entresacadas… conocieron aquí diversas ediciones (la primera de ellas había sido realizada en París, en 1840). A. Piquer (2015a y b, 2016), que ha analizado el texto, encuentra los motivos que parecen inspirar la traducción en la musicalidad de la obra del francés y su inspiración íntima, así como la temática de raíz religiosa, en un momento en que la península se hallaba inmersa en pleno Romanticismo.

V. Hugo, probablemente el más reputado y popular de los románticos franceses, de obra ingente en los tres clásicos géneros literarios, y destacado defensor de valores humanistas, frente a la tiranía y la intolerancia, fue conocido muy pronto en la península, pues su fama traspasó fronteras fácilmente, pero se tradujo primero su teatro y su obra narrativa (señalemos los estudios pioneros de A. Parker y E. A. Peers para el conocimiento de la recepción de Hugo en España: 1932 y 1933). No habrá que esperar mucho tiempo (1860) para ver publicado un primer volumen dedicado a las poesías de Hugo: Poesías selectas, traducidas en su gran mayoría por el también escritor Teodoro Llorente (en conjunto noventa poemas).4 Según I. Atalaya, en la selección de los poemas «el traductor parece no seguir ningún orden temático ni por libro original. […] Aunque casi todas las composiciones pertenecen a Les contemplations» (2017: 144). Esta obra constituye la cumbre poética del autor, síntesis de todas las experiencias que la vida había dejado en él: infancia, amor, dolor y el más allá. Conviene señalar que la primera edición original de Les contemplations es de 1856 para ser conscientes del escaso margen temporal transcurrido hasta su traducción en la Península.5

A este volumen siguieron las Poesías escogidas, traducidas por los abogados y periodistas liberales Nicanor Zuricalda y Ernesto García Ladevese, en 1872 (concretamente veintitrés poemas). En 1879 vio la luz, en Madrid, La piedad suprema. París. El Papa en versión de Ángel R. Chaves (Barco Hermanos, editores); estas obras hugolianas, no de las más conocidas, reflexionan sobre la miseria de los tiranos (La pitié suprême, 1879), mientras que Le Pape (1878) es un panfleto anticlerical. Obsérvese asimismo el escaso tiempo transcurrido entre la publicación original y la traducción (muestra de la popularidad de Hugo) y el carácter del traductor, poeta, periodista, novelista y dramaturgo. Del año 1880 es la primera traducción catalana: Victor Hugo en català. Poesias francesas traduhidas per Eusebi Cort y Mestres, publicada en Buenos Aires, Estampa de l’Aureneta (lista de traducciones en Llanas & Pinyol 2006: 33). Volvemos a la lengua castellana con otra selección de Poemas traducidos por el cubano Aniceto Valdivia (colaborador en periódicos españoles, dramaturgo y poeta), en 1883.

Es decir, como en el caso de Lamartine, se opta por volúmenes que constituyen una selección o antología de cada autor. Habrá que esperar al año 1888, poco después de la muerte de Hugo, en 1885 (hecho que suele conllevar un nuevo interés por la obra de cualquier autor), para que Jacinto Labaila lleve a cabo la traducción de las Obras completas de Víctor Hugo, en Valencia, por Terraza, Aliena y C.ª, en las que la poesía ocupa los volúmenes V y VI (Lafarga 2002). Cabe mencionar asimismo la importancia paratextual de la obra, que se presenta en la propia portada como de categoría estética superior («Magnífica edición espléndidamente ilustrada con bellísimas cromo–litografías»). Es el único poeta francés del que se han publicado las obras completas en el siglo XIX; como señala Lafarga: «su relevancia radica en su propia magnitud y en el hecho de haber aparecido en los años inmediatamente siguientes a la muerte del autor, con lo que cierra un periodo en la historia de la traducción de Hugo en España» (2009: 659).

Si, por su evolución vital, Hugo ocupa casi todo el siglo XIX y su inspiración poética va experimentando cambios conforme avanza el siglo, Alfred de Musset, otro poeta francés plenamente romántico, también conocido en su país (aunque no al nivel de Hugo), llegó tardíamente a la Península. Hay que esperar a 1876 (Madrid, La España Literaria) para la traducción de una de sus obras poéticas más representativas, Rolla –que es de 1833–, por parte de Ángel Rodríguez Chaves, él mismo escritor teatral principalmente, y al que ya se ha citado más arriba como traductor de Hugo y a 1882 para la de su obra cumbre –editada originalmente entre 1835 y 1837– Las noches (Madrid, Biblioteca Universal), que llevó a cabo Guillermo Belmonte, también poeta (Giné 2009: 824 y Atalaya 2015). Ambas obras están impregnadas por el lirismo de un joven que, a pesar de su escepticismo, confía en el ideal. Se puede lanzar la hipótesis de que ese lirismo y búsqueda del ideal están en la base de la traducción.

Otros románticos que alcanzaron éxito en Francia (si bien nada comparable a Hugo o Lamartine) tuvieron aún menos suerte en España: un caso paradigmático es el de Alfred de Vigny, autor de Poèmes antiques et modernes (1829) o Les destinées (1864), cuyas obras tuvieron que esperar a bien entrado el siglo XX para ver la luz en España. El considerado maestro de los parnasianos, Théophile Gautier, con su poemario principal, Émaux et camées (1852), y con una obra precedente de sugestivo título para traducirse aquí (España, 1845) no vio su poesía publicada durante el siglo XIX; en cambio, diversas obras narrativas del mismo autor sí fueron publicadas en la expresada centuria. Los románticos considerados menores (en cierta medida porque no consiguieron éxito en vida): Hégésippe Moreau, Auguste Brizeux, Petrus Borel (más conocido por su obra narrativa), Théophile Dondey o Auguste Barbier tampoco han sido objeto de traducción en forma de volumen. El caso más emblemático sería el de Marceline Desbordes–Valmore, aunque se puede mencionar, en otro registro, que F. Pedrell musicó en 1880 su poema «C’est moi», señalando de ese modo que la poesía de Marceline preludia el arte musical de Verlaine. No se va a entrar en este capítulo en el registro del poema en prosa, con buenos representantes franceses, especialmente el caso de Aloysius Bertrand, todavía no suficientemente reivindicado en su país y que ha llegado muy tarde a España.

Del poeta que, hoy en día, es considerado el mejor de todo su siglo, Charles Baudelaire, no se tradujo en su época ningún volumen de poesía; solo se publicó el texto de prosa poética Los paraísos artificiales, que vio la luz en 1890, editado en Madrid por La España Moderna (Hambrook 1985: 675).6 Tal vez esta ausencia podría explicarse por el escándalo que supuso, en Francia, la publicación de Les fleurs du mal (1857) y el escaso conocimiento e incluso la incomprensión del autor durante mucho tiempo en su país.

De los poetas parnasianos, en cambio, vieron la luz algunas ediciones en volumen. De François Coppée, considerado el poeta de la inspiración popular y de la resignación, con matices realistas, existe una traducción de Poemas de 1887 (Madrid, Sucesores de Rivadeneyra), obra de Carlos Fernández Shaw, dramaturgo, poeta y periodista además de traductor). Años más tarde (Barcelona, Biblioteca de «L’Atlantida», 1896) se publicó en catalán el volumen Intimes y esplays. Poesies originals de François Coppee y posades en llengua catalana per Joseph Aladern, seudónimo de Cosme Vidal i Rosich, escritor y periodista, que colaboró en diversas revistas del período de la Renaixença (Chumillas 2011). De Sully Prudhomme existe un volumen de Poesías varias, sin fecha, ni editor, traducido por el periodista, escritor y político colombiano Miguel Antonio Caro (Lafarga & Santa 2009: 409). Cabe indicar que este poeta es quizás uno de los más alejados del Parnaso, por su expresión de la melancolía y de las emociones íntimas, así como de temas de conciencia moral. En definitiva, del Parnaso se traduce, en volumen, a dos poetas que la historia de la literatura ha considerado «menores» en ese movimiento; contrariamente, no se hallan traducciones en volumen de los poetas más clásicos de esta corriente artística, como Charles Leconte de Lisle, Théodore de Banville o José–Maria de Heredia.

Tampoco existen traducciones en forma de libro de poetas como Arthur Rimbaud o el conde de Lautréamont, posiblemente porque ambos fueron ignorados por sus contemporáneos, si bien con el paso del tiempo llegaron a ser considerados pioneros del simbolismo y del surrealismo, respectivamente. Por lo que se refiere al movimiento simbolista, por la cercanía temporal ya con el final de siglo, de Paul Verlaine (cuyos libros pasaron casi desapercibidos en Francia mientras vivió) no se ha localizado ninguna publicación en volumen. Nada tampoco de Stéphane Mallarmé ni de su escuela, ni de los poetas decadentes (Charles Cros, Tristan Corbière, Germain Nouveau, Jules Laforgue, etc.).

En conjunto, escasa es la traducción de poesía francesa publicada en volumen en España. Se lleva los honores el más famoso, V. Hugo, el único del que se publicaron las obras completas en el siglo XIX. Es seguido por otros poetas que tuvieron gran éxito en su país en el periodo romántico: Lamartine y Musset. De la segunda mitad del siglo XIX, cabe mencionar a Coppée y Sully Prudhomme. En todos los casos, se publican selecciones poéticas tomadas de diversos volúmenes independientes en edición original. Conviene indicar, asimismo, que la mayoría de traductores fueron, a su vez, escritores en lengua castellana, si bien la mayoría de ellos no ha llamado la atención de los estudiosos.

 

Las traducciones en las antologías

La antología aparece como otro vehículo de difusión de las traducciones de poesía en la época. Ej comparación con el volumen dedicado a un único autor, la antología suponía una mayor facilidad: difusión de varios poetas en un solo libro, atractivo mayor para los lectores y venta más asegurada para la editorial. Se ha observado que son autores consagrados los que se interesan también por traducir poesía. Así, la primera traductora de la que se tiene noticia es Gómez de Avellaneda, lectora asidua de Lamartine, de quien tradujo varios poemas, publicados junto a sus propias Poesías de 1840 y recogidos en sus Obras completas (Saura 2006), como si no existiera diferencia entre la propia creación y la traducción, realizada seguramente por compartir gustos similares, si no idénticos. Á. Ezama ha estudiado el conjunto de traducciones de la poeta; de su trabajo se desprende que la Avellaneda había publicado esas versiones (algunas presentadas como imitaciones) primero en prensa, concretamente en La Alhambra y en La Aureola entre 1839 y 1849 (2016: 242–255). Es decir, no estamos realmente ante una publicación antológica, sino que nos encontramos con la obra de un autor que aprecia tanto a ciertos franceses que los «adopta» como propios.

Es el caso también del catalán Joaquim Rubió i Ors, que se interesó muy pronto por Hugo y al que fue «fiel» toda su vida, hasta el punto que las traducciones hugolianas que publicó primero en prensa (Calendari Català, Lo Gai Saber), las incluyó en la tercera edición de sus obras, Poesías […] ab un prólech de D. Marcelí Menéndez y Pelayo. Edició políglota (Barcelona, Jaume Jepús, 1889), donde se hallan dos poemas de Hugo en el vol. II y cinco en el vol. III (Lafarga 2002: 25).7 Cabe indicar que estos volúmenes reúnen traducciones de ediciones precedentes de la obra mencionada, concretamente de 1846. Llanas & Pinyol (2006: 19–33) han demostrado el interés catalán hacia el Hugo poeta (que no el novelista) y han establecido una lista de dichas traducciones, tanto en volumen como en prensa.

También Teodoro Llorente (véase Lafarga 2016) incluyó a Lamartine en varias de sus antologías, como Leyendas de oro, publicada por primera vez 1875, en Valencia, por Querol y Domenech, que conoció hasta cuatro ediciones (Atalaya 2017: 212–219), que incluye dos poemas de Lamartine y trece de Hugo; y Amorosas. Poesías de los principales autores modernos puestas en rima castellana, publicada en 1876, en la misma ciudad e imprenta, que contiene tres poemas de Lamartine y dieciséis de Hugo.

V. Hugo y Lamartine coinciden en otras antologías, entre ellas la titulada Gaul. Poema de Ossian. Traducido en verso castellano por Antonino Chocomeli Codina. Traducciones de Víctor Hugo, Young, Byron, Ossian, Gautier, Lamartine, Poe y Schiller, publicada en Valencia por la Imprenta de Domenech, en 1874: contiene trece poemas de Hugo y dos de Lamartine, aunque también seis de Gautier. El traductor es también poeta, novelista y dramaturgo (véase Zarandona 2014).

Por lo que se refiere a antologías relativas a poesía de los movimientos parnasiano y simbolista hay que señalar las del también poeta José de Siles, como La lira nueva (Madrid, 1896), que recoge poemas de F. Coppée, J.–M. de Heredia, C. Mendès, Leconte de Lisle y de autores poco conocidos hoy por su producción poética como Armand Silvestre, Émile Zola, Guy de Maupasssant o Jean de Richepin (Ocampos 2017). Es la única que se ha encontrado publicada en el siglo XIX. Habrá que esperar a los inicios del siglo XX, con la eclosión de la denominada Edad de Plata para que sean publicadas múltiples antologías de estos movimientos poéticos que tuvieron una influencia importantísima en la renovación de la poesía española.

Con las líneas precedentes se confirma la investigación suscitada en los Estudios de Traducción en los últimos años, a saber, la relación existente entre creación y traducción, el autor como traductor, el traductor que es autor, sin que haya motivo para «hacer del término “segundo” sinónimo de “secundario”» (Lafarga & Pegenaute 2016: 2).

 

Las traducciones en la prensa

Las líneas precedentes han permitido entrever que la presencia de Francia y su cultura en la prensa y revistas literarias españolas decimonónicas preceden a las publicaciones en volumen. Muchas veces la edición en volumen recoge traducciones publicada antes en prensa. Estudiar las traducciones de literatura francesa en la prensa decimonónica supone un trabajo intensísimo ya que requiere una laboriosidad y una tenacidad extraordinarias. Se encuentran estudios dedicados a un autor/traductor (como los casos citados más arriba de Gómez de Avellaneda y Llorente). Existen, en otra línea de análisis, trabajos parciales que ofrecen los contenidos de diferentes revistas o periódicos.8

Desde el Romanticismo (años 1830), la prensa supone un nuevo medio de acceso a la cultura y de influencia en la opinión pública muy significativa. Existe una prensa de información, pero también existen periódicos de opinión, prensa obrera, ilustrada, femenina, familiar o satírica. Muchas de ellas suelen dejar un espacio a la literatura (de forma afín a como, hoy en día, un folletín suele seguir a las noticias televisivas). No nos extendemos en esta explicación, muy trabajada por diversos especialistas: citemos únicamente, el pionero estudio descriptivo e histórico de Seoane y Sáiz (1996). Para el objetivo de este trabajo hay que tener en cuenta que la prensa, en este periodo, es un notable vehículo de publicación poética y literaria en general, por las características mencionadas en España, a partir de la tercera y la cuarta década del siglo.

Las publicaciones más conocidas, por citar únicamente prensa de gran éxito (diríase hoy) y que sigue modelos franceses o ingleses, son El Vapor (1833), El Artista (1835), el Semanario Pintoresco Español (1836), el Museo de las Familias (1843), La Ilustración (1849), El Imparcial (1867), la Revista de España (1868), La Ilustración Española y Americana (1869), la Revista Contemporánea (1875) y Blanco y Negro (1891). Se constata, a partir de la Restauración borbónica, la importancia creciente de la literatura en la prensa, de forma que muchos periódicos poseen su suplemente cultural propio. Y, a partir del Modernismo es cuando suelen aparecer las traducciones (véase Palenque 1998: 59–73).

Como es de suponer, por lo dicho más arriba sobre el período en el que se inicia la traducción de poesía en España, es difícil encontrar traducciones durante el primer tercio del siglo. Aparecen primero comentarios sobre obras literarias, estrenos teatrales, referencias a escritores y a la cultura francesa en general, pero no traducciones. Es razonable pensar, como se ha señalado más arriba, que esos comentarios sean la base para pensar en realizar (o no) una traducción.

J. Checa (2004) ha analizado la presencia de Francia en la Minerva madrileña: las alusiones a la cultura francesa son constantes, pero no da cuenta de traducciones poéticas. Constata lo mismo en la prensa entre 1801 y 1805 (Checa 2009). Tampoco aparecen –o no se han detallado– traducciones poéticas en estudios realizados acerca de El Vapor (Lafarga 2004), El Artista (Medina 2004) o el Semanario Pintoresco Español (Amores 2004).

Estudios que analizan de forma parcial (porque su interés primordial es otro) dan cuenta de traducciones poéticas francesas. Por ejemplo, un gran estudioso de la prensa española decimonónica, Rubio Cremades ha encontrado una traducción poética de Hugo, «La tumba y la rosa» (2006: 391–406) en la última publicación mencionada, el Semanario Pintoresco Español.

Cobos (1994) ha constatado la traducción del poema de Lamartine, «La source dans les bois», por parte de José Velarde en La Ilustración Española y Americana en enero de 1892, hecho que contrasta con la fuerte presencia de la poesía española en la misma revista (véase Palenque 1990). Martínez Cachero (2006) ha estudiado la traducción de un poema de Hugo, por parte de Clarín, en la Revista Contemporánea de 1887. Se conoce mejor la traducción en prensa de Lamartine y Hugo cuando los poetas han sido traducidos por Llorente, gracias a la tesis de I. Atalaya: la estudiosa señala la presencia de ambos en La Opinión y Las Provincias (2017: 100 y ss). Por su parte, C. Fernández (1997: 10 y 16) informa de traducciones de versos de Hugo y Lamartine en El Panorama (1834–1841), pero no da cuenta de haber hallado traducciones poéticas en El Laberinto (1843–1845). Las traducciones de Baudelaire en prensa son conocidas gracias al amplio estudio de Hambrook (1985: 675–677), quien señala los poemas aparecidos en La Diana (1882) y La Revista Internacional (1894).

Del estudio realizado acerca de la revista La Lectura para Todos (1859–1861) se deduce que solamente se publicaron traducidos textos en prosa (Álvarez 2015: 15); lo mismo ocurre con la revista Juan Rana (Muela 2015) o el Museo de las Familias (Giné 2006). Resulta, por otra parte, escasa la presencia de traducciones poéticas (poemas en prosa de Baudelaire y un poema de Gautier) en La Vida Galante (1898–1900), según ha demostrado Giné (2015). Se confirma de nuevo la relación existente entre creación y traducción por parte de un mismo autor.

Las traducciones de los parnasianos y poetas posteriores son conocidas tras la tesis realizada por M. Á. Feria (2013), quien estudia cómo se introducen estos autores en la prensa y lleva a cabo un exhaustivo recuento de las traducciones de Gautier, Leconte de Lisle, Banville, Baudelaire, Heredia, Coppée, Mendès, Sully Prudhomme, Silvestre, Léon Dierx, Henri Cazalis, Albert Mérat y Anatole France en La Correspondencia de España, La Iberia, El Imparcial y su suplemento Los Lunes del Imparcial, La Época, El Heraldo de Madrid, Revista de España y Revista Internacional. Como señala el mismo estudioso, conforme avanza el siglo y con más facilidades de comunicación y de avance cultural en general, con el cambio de gustos estéticos que supone la poesía parnasiana francesa, ésta llegará a la Península hacia al final de siglo.

Por su parte, I. Rodríguez (2010: 299–300) ha realizado un vaciado de la revista cultural bohemia Luz (1897–1898) y confirma las siguientes traducciones poéticas de Verlaine: «Arte poética», «Vendimias», «El esqueleto», «La hostería»; así como de poetas hoy considerados menores: René de Maizeroy y Gabriel Vicaire. P. Masseau (2010), tras recorrer las páginas de varias revistas entre los años 1868 y 1898 en busca de traducciones poéticas, las ha encontrado en La Diana (de Lamartine, Hugo, Musset, Baudelaire y también «Les névroses» de Maurice Rollinat), Germinal (de Hugo, Musset, Gautier, Leconte de Lisle, Sully Prudhomme, Richepin y Rollinat, entre otros), La España Moderna (D’Hevilly, Musset, Sully Prudhomme y Hugo) La Ilustración Española y Americana (un poema de Hugo y uno de Sully Prudhomme) y Madrid Cómico (un poema de Sully Prudhomme). Concluye que la presencia de la poesía es menor que la de textos en prosa o noticias relacionadas con la cultura francesa en las mencionadas revistas, una idea que se puede extender al resto de la prensa decimonónica.

Si Masseau examina especialmente el carácter de la traducción en el mencionado trabajo, Giné (2013), haciendo hincapié en análisis temáticos, ha estudiado la traducción de poesía en la revista La España Moderna: confirma la traducción de poetas románticos y parnasianos, pero no de los simbolistas. Por su parte, Palenque (2013) ha analizado la importancia de la poesía en La Ilustración Española y Americana, más concretamente la sección denominada «Álbum poético». Los poetas franceses tuvieron su lugar en la revista, sobre todo a finales del siglo XIX: V. Hugo, Sully Prudhomme, Lamartine o A. Silvestre.

Para el estudio de la presencia de la literatura en prensa en el final de siglo, es de justicia citar el libro precursor de M.ª P. Celma (1991) con su vaciado de los años 1888 a 1907. Muchas de las revistas que menciona han dado lugar a estudios citados más arriba. Respecto a Vida Nueva y Sophia, Celma señala la presencia de la cultura francesa; pero el análisis de los datos que proporciona no ha permitido encontrar ningún poema francés traducido. Tampoco señala Celma ningún poema francés, en el periodo decimonónico, en La Vida Literaria, Revista Nueva, Gente Vieja, Nuestro Tiempo, Gedeón, La Revista Blanca, Alrededor del Mundo y Revista Contemporánea.

En conclusión, tras observar qué poemas aparecen en libro y en prensa se confirma el «viaje» de los poemas entre prensa y volumen a lo largo del siglo XIX. Y, más significativo, no se traducen los poemas más novedosos de los autores franceses, sino, generalmente, los que no podían herir susceptibilidades temáticas: se preferían temas populares, relativos a tradiciones españolas tan apreciadas por los románticos franceses, o religiosos. Se tradujeron, asimismo, los autores más populares en Francia. Conviene indicar asimismo que el número de traducciones de poemas no podía compararse a la publicación de poesía nacional, siempre mucho más numerosa.

Dentro de la prensa, aún menos estudiada que la nacional lo está la de provincias. Es muy probable que ésta simplemente copiara textos literarios publicados antes en prensa nacional (es la opinión también de Ríos & Auladell 1991: 131–132), aunque es muy complicado verificarlo al exigir un trabajo intenso y asiduo. Giné y González estudiaron la prensa leridana del siglo XIX: si bien la presencia de Francia y su cultura es intensa, con muchas traducciones de narrativa corta, tan solo encontraron tres poemas de Hugo, y solo uno indica el nombre del traductor, Llorente: «Juana la granadina» (2004: 321–337). S. Contreras (2009) estudió la prensa giennense del siglo XIX y, a pesar de encontrar muchas noticias sobre Francia, no halló ninguna traducción poética. Tampoco el trabajo de P. Méndez (2010) sobre El Semanario Murciano (1878–1882), con muchas referencias a la cultura francesa y traducciones de textos narrativos, proporciona datos sobre versiones poéticas. Del estudio de la prensa alicantina llevado a cabo por Ríos y Auladell, «solo destaca Víctor Hugo», indicándose en apéndice los poemas y otros textos publicados (1991: 137–138). A.–M. Corredor (2017) ha encontrado en El Ampurdanés diversos poemas traducidos, también de Hugo, procedentes de Les chants du crépuscule, Les orientales, Odes et ballades, Les contemplations y La légende des siècles; da cuenta de que se traducen, en prosa, muchos poemas, de que en muy escasas ocasiones aparece el nombre del traductor y de que, a menudo, las traducciones son libres e infieles. También señala que la presencia de Hugo en el periódico es notable (informaciones, traducciones de prosa y de teatro), pero no tanto su poesía.

Por lo que se refiere a traducciones de poesía francesa en la prensa de lengua catalana se comprueba el mismo fenómeno que para la prensa española, es decir, aparecen primero noticias culturales de Francia, reseñas de libros franceses, críticas teatrales, antes que traducciones. Y también se ocupan de traducciones poéticas autores conocidos de la literatura catalana. En Lo Gay Saber (n.º 2, 1879) se publican dos poemas de Hugo: «La font i el mar» y «La tomba i la rosa» (Calafat & Pérez 2011: 477). Se traducen poemas de F. Coppée, Leconte de Lisle, Gustave Khann y Francis Vielé–Griffin, y poemas en prosa de Baudelaire en L’Avenç, también en Catalònia aparecieron algunos poemas de Leconte de Lisle, L. Dierx y S. Mallarmé. Como se ha verificado en castellano, todas estas traducciones son minoritarias si se comparan con las versiones de narrativa o las referencias culturales al país vecino (Llanas & Quer 2010). Sin embargo, con la eclosión del Noucentisme, movimiento paralelo a la Edad de Plata, la poesía francesa conocerá un auge impensable unos pocos años antes.

 

Conclusión

Está fuera de discusión que la poesía francesa constituyó un modelo literario para la España decimonónica. Se puede afirmar, sin temor a error, que los poetas franceses son conocidos y apreciados en la España del siglo XIX por la burguesía culta, mayoritariamente, en versión original. En cambio, su difusión en forma de traducción suele aparecer tardíamente, y eso afecta en particular a los poetas románticos. De la primera mitad del siglo destaca únicamente la traducción de Lamartine en volumen, hecho que se explica por su lirismo tan efusivo y, en el caso de Hugo, por su enorme celebridad, y con motivo de la muerte del poeta. En lengua catalana, Hugo y Lamartine son también los autores más traducidos (Llanas & Pinyol 2006: 349). Añádase a ello que el público mayoritario, hoy como ayer, suele leer masivamente prosa y no poesía. A esta razón, señalemos también que, para un editor, es más rentable una antología que un libro de poesías dedicado exclusivamente a un autor. Habrá que esperar al siglo XX para encontrar traducciones en volumen del resto de los románticos y de todos los poetas y movimientos poéticos sucesivos.

La difusión más importante de la poesía francesa en la Península es en la prensa. Primero aparecen noticias sobre los escritores, sus biografías, la publicación de sus obras, con análisis en positivo o negativo (véase, por poner solo algunos ejemplos clásicos, Díez–Canedo 1914 y Ferreres 1972). Solo más tarde aparecen las traducciones, ya en la segunda mitad del siglo, aumentando según se acerca el fin de siglo. Algún día, a nuestro entender, tendría que ser posible reunir virtualmente todos estos estudios y todas las traducciones publicadas para obtener una visión de conjunto que, por ahora, es difícil.

Muchos autores españoles (puesto que es importante señalar que la mayoría de traductores son también escritores) se inclinaron a favor de la poesía francesa buscando en ella primero la novedad que supone la manifestación romántica, especialmente en el encanto de pintar sentimientos (Lamartine y primeras traducciones de Hugo, el autor que se lleva la palma en poesía). Más adelante, el Parnaso ofreció nuevos refuerzos estilísticos con su trabajo formal intenso. Pero habrá que esperar al siglo XX para que, en la Península, se conozca el simbolismo en todo su esplendor.

 

Bibliografía

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  1. Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación Portal digital de Historia de la Traducción en España, PGC2018-095447-B-I00 (MCIU/AEI/FEDER, UE).

  2. Este trabajo no se centra en la hermenéutica de la traducción; véase Sáez Hermosilla (1998).

  3. Pegenaute (2020) y Ruiz Casanova (2020) han analizado el discurso sobre la traducción poética en el siglo XIX; en el mismo volumen se hallan otros estudios sobre aspectos particulares de la traducción de poesía en dicha centuria (véase Fuente & Goñi 2020).

  4. Lafarga (2002: 25) menciona otro volumen del mismo traductor: Tres poesías de Víctor Hugo, Valencia, Imprenta de Domenech, 1883.

  5. Existe una segunda versión de este volumen, al año siguiente, en Valencia también, por Querol y Domenech, que incluye dieciséis poemas de Hugo

  6. El poema «La Fanfarlo» se publicó también en Th. Gautier, Nerval y Baudelaire, Madrid, La España Moderna, 1894 (Yeves 2002: 69).

  7. Conviene señalar también la inclusión de una traducción del célebre poema «Le lac» de Lamartine (Verdaguer 2011: 481).

  8. Simón Díaz estudió la presencia de la literatura francesa en la prensa madrileña entre 1830 y 1900, aunque solo aparecieron los datos de autores correspondientes a las letras A a D (1967 y 1968).