Cladera 1796

Cristóbal Cladera: «Discurso preliminar»

Jacques–Mathurin Brisson, Diccionario universal de Física, escrito en francés por M. Brisson, individuo que fue de la Real Academia de Ciencias de París, maestro de Física e Historia Natural de los Infantes de Francia, profesor real de Física experimental en el Colegio de Navarra, censor real, y actualmente individuo del Instituto Nacional de Francia, en el ramo de Física. Traducido al castellano, y aumentado con los nuevos descubrimientos posteriores a su publicación por los Doctores D. C. C. y D. F. X. C., Madrid, Imprenta de Don Benito Cano, 1796, I, i–xxix.

Fuente: M.ª Jesús García Garrosa & Francisco Lafarga, El discurso sobre la traducción en la España del siglo XVIII. Estudio y antología, Kassel, Reichenberger, 2004, 281–283.

 

[III] Todas estas razones, unidas al deseo que nos anima de contribuir a la ilustración de nuestra patria nos han movido a traducir al castellano el Diccionario universal de física, escrito en francés por M. Brisson, que es sin disputa el mejor y más completo que se han publicado hasta nuestros días en Europa. Mas para dar una idea de la extensión de esta obra, de su utilidad y del orden que debe guardarse en su lectura, si se quiere hacer uso de ella como de un curso metódico y elemental de física para aprender la ciencia de la naturaleza; en una palabra, para que los lectores formen desde luego juicio acerca de la importancia de este diccionario y de las [IV] grandes ventajas que lleva a todos los de su especie, nos ha parecido conveniente trasladar aquí lo que el mismo Brisson dice en su discurso preliminar. […]

[XXIV] Fáltanos hablar ahora de lo que le hemos añadido y se reduce a aquellos descrubrimientos que ha hecho el entendimiento humano desde la publicación de este diccionario, previniendo al lector que hemos procurado no precipitarnos en dar todos los experimentos particulares que se han hecho hasta que hemos visto que repetidos por los físicos más acreditados se han adoptado generalmente sus resultados, que en algunos puntos tanto han influido en los progresos que ha hecho la física en estos últimos años.

No podemos menos de confesar que en todos aquellos artículos que tienen relación con la química hemos procurado añadir los nuevos descubrimientos que trae el mismo Brisson en su Tratado elemental, de modo que podemos decir que el mismo Brisson es autor de los artículos modificados o aumentados de esta obra en aquellas materias que componen su Tratado elemental. Pero como este no puede extenderse a todas las que deben componer un Diccionario universal de física como el que publicamos, hemos tenido presente varias obras modernas, principalmente algunas de química, a saber: el Diccionario de esta ciencia por Macquer, los Principios de química por Chaptal, [xxv] la Filosofía química de Fourcroy, algunas de Bertholet y otras diferentes, de todas las que hemos extractado lo que nos ha parecido conducente para llenar el vacío de 16 años que median desde la publicación hecha en París de este diccionario.

Deseando dar a nuestros lectores una idea más extensa de los principales fenómenos que se verifican en la economía animal del hombre, hemos tomado del Diccionario de física de Sigaud de la Fond y del de Paulian algunos artículos anatómicos, además de los que trae Brisson, de cuyos conocimientos nos ha parecido no debe carecer el físico, como el de arterias, corazón, esqueleto, pulmón, &c., tan precisos para la inteligencia de los efectos físicos a que los destinó naturaleza en el hombre. […]

[XXVII] A pesar del escrupuloso cuidado con que henos procurado traducir unas materias de una utilidad tan general y en que se hallan voces que, o por su novedad o porque no se han cultivado en España, no tienen su correspondencia exacta en nuestra lengua, quizá no habremos acertado alguna vez a dar el verdadero sentido, pero debemos decir para satisfacción del público que hemos consultado para no errar todas las obras maestras que tenemos en nuestra lengua, que nos han podido suministrar alguna luz; que hemos recurrido a sabios profesores cuando hemos dudado o no nos hemos fiado de nuestro propio parecer, y que repetidísimas veces hemos recorrido los talleres [xxviii] públicos de esta corte para presenciar las operaciones y cerciorarnos por los mismos artistas acerca de lo que no nos indicaban con claridad los mismos libros.

Tan lejos estamos de que esta sincera confesión retraiga al público de leer nuestra obra, cuanto la creemos necesaria para dar un testimonio del mucho trabajo que hemos tenido en su formación y cuánto sin ella podría dudarse de su perfección.

En cuanto a la ortografía, hemos adoptado y seguido constantemente la de la Academia Española, así por parecernos la más análoga al genio y sencillez de nuestra lengua, como porque estando ya generalmente recibida de los sabios no nos hemos creído con autoridad suficiente para variarla.