La traducción de las ciencias de la vida y la salud en el siglo XIX
Alberto Gomis (Universidad de Alcalá)
Introducción
Las importantes contribuciones que tuvieron lugar en las ciencias de la vida y en las ciencias de la salud durante el siglo XIX contribuyeron a transformar las ciencias naturales y la medicina de forma muy notable a lo largo de este siglo. Descolló, entre las primeras, Charles Darwin y su teoría de la evolución de las especies por medio de la selección natural, que supuso un nuevo paradigma para comprender nuestro pasado. Mientras, en las ciencias médicas tuvieron lugar los importantes trabajos de Claude Bernard, dentro de la fisiología experimental, y de Louis Pasteur, en microbiología, entre otros. Sin existir una editorial especializada en la difusión de las ideas científico–naturales en España en el siglo XIX, van a jugar un papel destacado, en esta labor, empresas editoriales que tenían a su cargo la edición de publicaciones periódicas como la barcelonesa La Renaixensa y las madrileñas Revista Contemporánea y Revista Europea. Por lo que se refiere a la edición de obras médicas destacaremos la labor, en este sentido, de algunas sociedades médicas y de la Librería Moya en el último cuarto de siglo.
Ciencias de la vida: Charles Darwin
Si bien hemos señalado que dentro de las ciencias de la vida ocupa una posición nuclear la obra de Charles Robert Darwin, hay que puntualizar que la teoría de la evolución de las especies por medio de la selección natural fue formulada también, y de forma independiente, por Alfred Russel Wallace (1823–1913). Wallace, catorce años más joven que Darwin, se encontraba investigando en el archipiélago malayo cuando, en el mes de febrero de 1858 se vio afectado por un fuerte ataque de malaria en Dodinga. Tras concluir el pequeño manuscrito de ocho hojas en que recogía sus reflexiones sobre el origen de las especies, se lo envió a Darwin, quien lo recibió el 18 de junio de 1858.
Para Darwin fue un acicate recibir el escrito de Wallace y ello hizo que, con precipitación, concluyera en 1859 On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life. Tal y como señalan Gomis & Josa (2009a), los primeros traductores del autor inglés en España fueron el brigadier de la Armada Juan Nepomuceno de Vizcarrondo (1791–1861), el escritor Joaquín María Bartrina (1850–1880) y el periodista Enrique Godínez y Esteban (1845–1894).
Fue en el Manual de investigaciones científicas dispuesto para el uso de los oficiales de la Armada y viajeros en general, que en la edición gaditana de 1857 (Imprenta y Librería de la Revista Médica) decía: «Redactado por Sir F. W. John Herschel, baronet», donde apareció el primer texto de Darwin dentro de una obra publicada en España. La autoría de la obra, atribuida en exclusiva a Herschel, era incorrecta, pues cada una de las quince secciones de las que constaba la obra fue redactada por un especialista, encargándose a Darwin la redacción de la sección VI («Geología»). Incluso el propio Darwin publicó su contribución como obra independiente. En efecto, el mismo año de 1849 en que se publicó la edición príncipe de A Manual of Scientific Enquiry por el editor John Murray, apareció la Geology de Darwin por el también editor londinense William Clowes (Freeman 1977: 65).
Volviendo a la edición de Cádiz de 1857, hay que señalar cómo, entre los otros catorce autores de las diferentes secciones, se encontraban naturalistas de gran prestigio, como el zoólogo Richard Owen y el botánico William Hooker. El traductor, J. N. de Vizcarrondo, fue un destacado marino, si bien a raíz de quedar exento de todo servicio emprendió la traducción de obras inglesas. Tal y como recogen Gomis y Josa (2009b: 42–43), además de la mencionada, tradujo Investigaciones acerca de la naturaleza y curso de los vientos tempestuosos en el océano Indico al sur del Ecuador, de Alexander Thom (1852); Nuevo tratado de la ley de las tormentas y vientos variables: para el uso práctico de la navegación, del teniente coronel William Reid (1853); Tablas para facilitar la práctica de la navegación por el círculo máximo y para determinar las azimudes, de John Thomas Towson (1855); y la Geografía física del mar, de Matthew Fontaine Maury (1860).
Enrique Godínez, el primer traductor al español de El origen de las especies, también ingresó joven en la Marina, si bien pronto la abandonó para dedicarse al periodismo y la traducción, primero en Estados Unidos, donde fue redactor de El Cronista de New York, luego en México, donde fundó una línea de vapores –la Compañía Mexicana Trasatlántica– y ya en la década de los 70, en Madrid, donde fue un asiduo colaborador de la Revista Contemporánea, publicación en la que fue responsable de numerosas traducciones, además de algunos poemas y otros trabajos originales (Gomis 2014). El impulsor de esta publicación quincenal, que inició su andadura en 1875 y permitió el conocimiento en España de los principales autores y de las tendencias de pensamiento vigentes en Europa, fue el filósofo y editor de origen cubano José del Perojo y Figueras (1850–1908), quien, en compañía de su hermano Emilio, era propietario de la revista, de la Editorial Perojo y de la Biblioteca homónima.
La primera traducción completa de la emblemática obra de Darwin fue la llevada a cabo por Godínez: Orígen [sic] de las especies por medio de la selección natural o La conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia (Madrid, Biblioteca Perojo, 1877). En el propio título se indica que fue “traducida con autorización del autor de la sexta y última edición inglesa”, la cual data de 1872 y suele ser considerada la definitiva de la obra. En la edición española se transcriben dos cartas enviadas a Godínez, desde Down, el 28 de abril de 1876 y el 21 de marzo de 1877. Unos tres años después, aproximadamente, y también con traducción de Godínez, aparece una «Segunda edición castellana, notablemente corregida y aumentada» de Editores Lucuix y Compañía, con el título de Origen de las especies por medio de la selección natural o Conservación de las razas en su lucha por la existencia, en la que, a diferencia de la anterior, el texto se presenta de forma impersonal (Gomis 2014: 151). Al final de la página [vii] de esta edición, en la que se señalan las «Enmiendas de la última edición inglesa» se apunta: «hoy tenemos gran satisfacción al presentar al público la segunda edición castellana, habiéndose agotado, desde los primeros meses de su aparición, la numerosa tirada de los ejemplares de la primera». Con el paso de los años, la primera de las versiones de Godínez ha vuelto a ser utilizada por algunas editoriales que, en la mayoría de los casos, reproducen de forma facsimilar la edición de la Biblioteca Perojo.
Destacábamos, en el párrafo anterior, que se trató de la primera traducción completa al español porque cinco años antes había comenzado a publicarse por entregas, dentro de la «Biblioteca Social, Histórica y Filosófica», una traducción a partir de la edición francesa de la autodidacta Clémence Royer (1830–1912), quien fuera el primer miembro femenino de la Société d’Anthropologie de París, versión de la que desconocemos el traductor y que se suspendió en la entrega 12. Llevaba por título Origen de las especies por selección natural o Resumen de las leyes de transformación de los seres organizados, con dos prefacios de Mad. Clemencia Royer y, por tanto, la fecha de 1872. Thomas F. Glick (1982: 17) subrayó que la mayor parte de los españoles, que participaron en la polémica evolucionista, prefirieron manejar los dos libros fundamentales de Darwin en ediciones francesas, en lugar de las ediciones inglesas.
Desde la traducción de Godínez, muchas otras han seguido a aquella casi al pie de la letra. Entre ellas, alcanzaron gran profusión las que indican ser «traducción de A. López White», para las editoriales valencianas Sempere y Prometeo. Carmen Acuña Partal (2007), en su estudio y edición traductológica digital de la edición de 1877, nombra a Antonio López White como supuesto autor de la traducción, y califica las traducciones como apropiaciones ilegítimas o plagios (véase también Acuña 2009).
En 1876, un año antes de aparecer la primera edición de Godínez, se publicó en Barcelona, por la imprenta de La Renaixensa y como segundo número de su colección «La Ciencia Moderna», una traducción del prefacio y de los siete primeros capítulos de The descent of man, and selection in relation to sex, cuya edición príncipe, por John Munrray, es de 1870 y 1871. Apareció con el título de El origen del hombre. La selección natural y la sexual. (Primera versión española). Aunque no se menciona el traductor, está comprobado que lo fue el escritor reusense Joaquín M. Bartrina (Zabalbeascoa 1968: 289), pues como tal figura en la selección que preparó J. Sardá de sus Obras en prosa y verso, escogidas y seleccionadas. La edición incorpora dos apéndices: «I. Teoría darwiniana de la selección sexual», que está tomado, aumentado, y con variaciones, del naturalista francés Edmond Perrier; «II. La expresión de las emociones en el hombre y los animales», que corresponde al análisis hecho por el psicólogo francés Léon Dumont de la obra de Darwin que lleva este título (Gomis & Josa 2007: 238–240).
Battaner & Brumme (2009) han creído ver una primera traducción de El origen del hombre en las páginas iniciales del primero de los ochos volúmenes de la obra enciclopédica La Creación. Historia natural escrita por una Sociedad de naturalistas y publicada bajo la dirección de Juan Vilanova y Piera (Barcelona, Montaner y Simón, 1872–1876), pero, como han señalado Pelayo y Puig–Samper (2019: xliv), el texto al que hacen referencia comienza con un párrafo del expositor, identificado como Francisco Tubino, en el que éste decía limitarse a exponer el pensamiento ajeno, reservándose para otra ocasión su crítica o defensa y donde tampoco se recogen la mayor parte de los autores que el naturalista inglés cita en su libro. Por tanto, en mi opinión, no se trata de una traducción directa y, aunque se encuentre al comienzo del primer tomo, debieron ser los últimos cuadernillos de la obra que se imprimieron y, de ahí, que sitúe como fecha más probable de su redacción y publicación el año 1876.
Hubo que esperar hasta 1885 para contar en español con una edición completa, o casi completa, de The Descent of Man, ya que incluyó por primera vez las notas de Darwin y las partes correspondientes a la selección sexual. Apareció con el título de La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo (Madrid, Administración de la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas) y, aunque en la portada se indica «Segunda edición revisada y aumentada», con ello se quería indicar que la traducción se había efectuado de la segunda edición inglesa. La traducción la llevaron a cabo, directamente del inglés, el ya mencionado José del Perojo y su cuñado Enrique Camps. Perojo fue un intelectual muy activo, que desarrolló una gran actividad en los primeros tiempos de la Restauración. De Camps, como apuntan Pelayo y Puig–Samper (2019: xlv–xlvi), se sabe poco, si bien en el Anuario de Medicina y Cirugía de 1887 se le identifica como médico de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte. De esta edición, promovida por la administración de la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, se hizo una segunda tirada, como queda constancia en la portada de algunos ejemplares.
El profesor Diego Núñez (1977: 26–27) resaltó que la irrupción de la mentalidad positiva en la España de la Restauración tuvo mucho que ver con la edición en español de las dos obras fundamentales de Darwin. Sin embargo, de lo hasta aquí apuntado, no se debe deducir que la mayor parte de las obras de Darwin contaban con traducciones en España, pues aparte de las comentadas tan sólo se editó, en catalán, Viatge d’un naturalista al rededor del mon, fet a bordo del barco «Lo Llebrer» (The Beagle) desde 1831 a 1836 (Barcelona, Biblioteca del Diari Català, 1879–1881), en traducción de Leandre Pons i Dalmau. Al igual que le había sucedido a la edición de El origen de las especies por entregas, ya comentada, esta edición en catalán quedó interrumpida en la mitad del capítulo XVII (sobre las islas Galápagos), a falta de cuatro capítulos y medio para finalizar la obra.
Ciencias de la vida: Ernst Haeckel
Ni el trabajo emblemático de Wallace «Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original» ni ninguna otra obra suya fueron traducidos en España en el siglo XIX y, ello a pesar de que su producción científica fue muy amplia. Sí lo fueron, en cambio, algunas del médico y naturalista alemán Ernst Haeckel (1834–1919), el gran vulgarizador de la teoría de la selección natural. La difusión de las ideas de Haeckel en España, y en particular de su Historia de la creación natural, se vio favorecida por la inclusión de la obra en sucesivas entregas de la Revista Europea, entre 1878 (tomo XII) y 1879 (tomo XIII). La traducción corrió a cargo de Claudio Cuveiro, quien trabajó de redactor en varios periódicos (Pelayo 1999: 296–297). Esta obra se publicó también como obra independiente con el título de Historia de la creación natural o Doctrina científica de la evolución (Madrid, Tipografía de J. C. Conde, 1878–1879), en dos tomos, y contó con un prólogo de Pedro Estasén. Curiosamente, el contenido de este prólogo había aparecido con anterioridad en la Revista Contemporánea (Estasén 1878).
Otra de las contribuciones científicas más importantes de Haeckel, su obra Generelle Morphologie der Organismen (1866), se tradujo del alemán en 1887 con el título de Morfología general de los organismos (Barcelona, Blas Barrera y Compañía). La traducción corrió a cargo del historiador y político Salvador Sanpere y Miquel y la edición fue revisada por el médico Gaspar Sentiñón
Ciencias de la vida: Historia Natural, de varios autores
Nos detendremos ahora en el comentario de una voluminosa obra, cuya autoría correspondió a varios autores y tuvo una gran difusión: la Historia Natural. Edición profusamente ilustrada, que la barcelonesa editorial Montaner y Simón publicó en trece tomos entre 1891 y 1895. Excepto los tomos 8 a 11, que son los correspondientes a la botánica, y cuya autoría recae en Odón de Buen, a la sazón catedrático de Historia Natural en la Universidad de Barcelona (Gomis 2011), los otros nueve son traducciones de textos de muy importantes naturalistas extranjeros, que en ocasiones llevan ampliaciones por parte del traductor. El tomo primero corresponde a la «Antropología» y su autor es el antropólogo francés Paul Topinard (1830–1911). Se señala que va «ampliada con nuevos datos tomados de la obra del profesor F. Ratzel», pero no el traductor.
Los tomos 2 a 7 comprenden la «Zoología» del alemán Carl Claus (1835–1899), catedrático de Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de Viena, que discutió las ideas de Haeckel. El traductor de estos tomos fue el doctor Luis de Góngora, bajo cuyo nombre se señala «y ampliada en la parte descriptiva de los diversos animales con presencia de las obras de los más notables zoólogos modernos». En los tomos 3 a 7 se especifica que esta ampliación se debía a Manuel Aranda y Sanjuán. A este último, que fue ingeniero de telégrafos y traductor profesional, se debe la traducción de numerosas obras científicas, entre ellas La tierra y el hombre. Descripción pintoresca de nuestro globo y de las diferentes razas que los pueblan de Friedrich von Hellwald (Barcelona, Montaner y Simón, 1886–1887, 2 vols.) y algunos textos del astrónomo francés Camille Flammarion, uno de los más exitosos divulgadores de la época.
Volviendo a la descripción de los restantes tomos de la Historia Natural de Montaner y Simón, el 12 reúne la «Mineralogía» por Gustav Tschermak (1836–1927) y la primera parte de la «Geología» por Archibald Geikie (1835–1924), señalándose que están traducidas, extractadas y anotadas con datos españoles por Francisco Quiroga. El tomo 13 continúa con la «Geología» por A. Geikie, si bien en esta ocasión la traducción, extractos y anotaciones estuvieron realizados por Salvador Calderón. Tal vez esto se debiera al fallecimiento de Quiroga en el mes de mayo de 1894, pues este tomo está fechado en 1895.
Ciencias de la salud: diversos autores
El análisis de la obra Lecciones sobre el hombre, su lugar en la creación y en la historia de la tierra del científico alemán Carl Vogt (1817–1895) nos va a servir para pasar de las traducciones en ciencias de la vida a traducciones de obras en ciencias de la salud. Vogt, que emigró a Suiza y fue profesor de la Universidad de Ginebra y presidente del Instituto Ginebrino, al ocuparse en esta obra de la unidad del hombre rechaza que la unidad original del género humano se debiera a un «Adán» común, que correspondiera a una forma intermedia entre los monos y el hombre (Pelayo 1999: 278). El traductor fue el médico José Núñez de Crespo, quien, entre otros cargos, fue director de Sanidad Marítima. Y la editorial en que vio la luz, la de Saturnino Calleja, que puso sus mayores esfuerzos en la edición de libros para la infancia.
Entre los autores médicos que habían merecido la atención de los traductores españoles en el siglo XVIII, y siguieron contando con nuevas traducciones en el siglo XIX, debemos mencionar al neurólogo e higienista suizo Samuel Tissot (1728–1797). En 1807 y en 1828 vieron la luz sendas ediciones de su obra Enfermedades de nervios, producidas por los abusos de los placeres del amor y excesos del onanismo, con traducción de José Ramón Senra y Parada, médico de Mondoñedo.
Sin embargo, fueron los médicos franceses los que merecieron mayor atención de los traductores y editores en España durante el siglo XIX, lo cual no puede sorprender si tenemos en cuenta la importancia científica que tuvieron algunos de ellos, como Claude Bernard y Louis Pasteur (Lépinette 2017). Entre los más traducidos se encuentra Mathias Duval (1844–1907) quien, entre otros encargos, dirigió el Laboratorio de Antropología de la École des Hautes Études, y fue profesor de anatomía de la École Supérieure des Beaux Arts. El Curso de Fisiología según las lecciones del profesor Küss que preparó, contó al menos con dos ediciones en castellano. En 1876, el impresor Lázaro Maroto y Roldán publicó la tercera edición, traducida por Jaime Mitjavila y Ribas, licenciado en Medicina y Cirugía. En el prólogo de aquella tercera edición, el autor señalaba cómo, en esa nueva edición, se extendía con menos insistencia en algunas teorías de Küss, para dar mayor importancia a algunos estudios que habían actualizado la disciplina, como el de Claude Bernard sobre «glicogencia, calor animal, vasos motores, acción de los venenos, etc.». En 1884, la famosa librería de Nicolás Moya publicó la traducción de la quinta edición, realizada por el también médico Antonio Espina y Capo y con el título de Curso de Fisiología según la enseñanza del Profesor Küss. 5ª edición completada con la exposición de los trabajos más modernos.
Hay que destacar en este punto el importante papel editor de obras médicas, tanto de autores nacionales como extranjeros, que tuvo la madrileña Librería de Nicolás Moya en el último cuarto del siglo XIX, fundada en 1862. Entre los españoles, baste con recordar que de sus talleres salieron muchas de las obras de Santiago Ramón y Cajal. Y entre los extranjeros, aparte del ya mencionado Duval, figuraron en su catálogo autores como Désiré–Joseph Joulin, cuyo Tratado completo del arte de los partos, traducido por J. Sáez y Velázquez y A. Rodríguez Rubí, bajo la dirección de Francisco Ossorio y Bernaldo tuvo varias ediciones en los años 1870, 1874 y 1878–1879. También Henri–Étienne Beaunis y Abel Bouchard, que conjuntamente redactaron el Compendio de Anatomía y disección que, traducido por el médico compostelano Gerardo Francisco Jeremías y Devesa, contó con ediciones en los años 1877 y 1878; y, por último, Jean–Martin Charcot, Charles–Guillaume Bouchard y Édouard Brissaud, directores de un Tratado de Medicina, que se publicó en siete volúmenes entre 1892 y 1894. La edición en castellano del Tratado se hizo bajo la dirección del doctor Rafael Ulecia Cardona y contó con un prólogo del doctor Amalio Gimeno y Cabañas, quien ya entrado el siglo XX se desempeñó en varias carteras ministeriales.
Volviendo a Mathias Duval, merece también resaltarse la traducción que llevó a cabo el doctor Marcelino Gesta y Leceta del Manual del microscopio en sus aplicaciones al diagnóstico y a la clínica, que había redactado junto con Léon Lereboullet (1842–1914), profesor agregado en la parisina Escuela de Medicina de Val–de–Grâce. El volumen, con 97 grabados incorporados en el texto, fue publicado por la Imprenta de A. Gómez Fuentenebro, al menos, en 1876 y 1885.
Antonio Espina y Capo (1850–1930), al que hemos mencionado hace un momento y que fue médico de la Beneficencia Provincial de Madrid, sería uno de los principales introductores en España de la obra de Claude Bernard (1813–1878). En 1879 realiza una visión global de la obra del fisiólogo francés en un artículo que publica en la Revista Contemporánea (Espina 1879). En 1878 apareció su traducción de La ciencia experimental (Madrid, Perojo) y en 1880 la de Introducción al estudio de la medicina experimental (Madrid, Imprenta de Enrique Teodoro). En el prólogo que Espina incorporó a esta última, señalaba que no había cosa más difícil que bosquejar a un genio. Sea como fuere, la traducción tuvo mucho predicamento y ha llegado hasta nuestros días. Pedro García Barreno, en el prólogo de una edición aparecida en 2005, justificaba seguir empleando la misma en el hecho de que: «Ni el francés, ni el castellano de entonces encajan de pleno con el lenguaje con el que ahora nos manejamos, pero merece la pena imbuirnos en aquel estilo decimonónico» (García Barreno 2005: 132).
Ciencias de la salud: Louis Pasteur
De manera diferente se introdujeron las ideas de Louis Pasteur (1822–1895) en España, ya que fue fundamentalmente a través de las publicaciones periódicas. Entre todas ellas cabe destacar la Revista de los Progresos de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que comenzó a publicar la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1850, pero también aparecieron las ideas del microbiólogo francés en títulos como Eco de la Ganadería, La España Agrícola, Gaceta Rural, Gaceta Industrial, Económica y Científica y Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento (Martínez Montalvo 2005: 111). Como era habitual en la época, en estas revistas se publicaban los trabajos que consideraban de interés para su objeto, bien de forma completa o, lo que era más frecuente, de forma extractada, y sin hacer mención del responsable de la traducción en la mayoría de los casos.
El primer trabajo de Pasteur publicado en España se incluyó en el número 12 de la Revista de los Progresos de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en 1862, y se titulaba «Sobre los micodermos, y un nuevo procedimiento industrial de fabricación del vinagre». Debajo del título se aclaraba que había sido tomado de la revista Cosmos de fecha 18 de julio de 1862. Se trataba de un extracto, de poco más de siete páginas, de una conferencia que el francés había enviado a la Academia de Ciencias de París en el mes de julio de ese mismo año de 1862. En este caso tampoco se señalaba a quién se debió la traducción. Se publicaron como obra independiente, y con traductor declarado (M. Prieto), los Estudios sobre el vinagre: su fabricación, sus enfermedades, medios de prevenirlas. Nuevas observaciones sobre la conservación de los vinos por el calor (Madrid, Victoriano Suárez, 1882), en la «Biblioteca Agrícola Ilustrada».
Acabamos el repaso, a esta selección de obras de ciencias de la salud traducidas en España en el siglo XIX, apuntando La higiene o El arte de conservar la salud, poema latino de Étienne–Louis Geoffroy (1725–1810) traducido libremente al castellano por Joaquín Serrano Manzano a través de la versión francesa de M. Delaunay (Madrid, Imprenta Real, 1803). La traducción se publicó con un importante retraso, ya que la edición francesa era de 1774, y mereció fuertes críticas (Ramírez Martín 2016: 286). Mayor mérito tuvo la traducción del Tratado del tacto abdominal bajo el punto de vista de la Obstetricia de Adolphe Pinard (1844–1934), obstetra francés a quien se debe la introducción del estetoscopio para auscultar los latidos cardíacos del feto durante el embarazo. Versionado por el médico Ricardo Martínez Esteban, contó al menos con tres ediciones (Alcalá de Henares, Imprenta F. García, en 1880 y 1882; y Madrid, V. Saiz, 1883), si bien la segunda mudó el título ligeramente, Tratado de la palpación abdominal, etc.
Conclusiones
Por tanto, de modo similar a lo que ocurrió con la traducción de obras de ciencias de la vida, la de ciencias de la salud en la España en el siglo XIX no contó con un proyecto editorial detrás, sino que fue una tarea, las más de las veces, unipersonal. La traducción de obras, fundamentalmente del francés, partía las más de las veces de los propios autores, en otras ocasiones de alguna editorial, que estaban interesados en verter al español obras que pensaban que serían útiles para los profesionales españoles. Junto a la edición de estas obras traducidas, las publicaciones periódicas también contribuyeron a la difusión en España de los nuevos conocimientos científicos.
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