Estala, Pedro

Estala, Pedro (Daimiel, 1757–Auch, 1815)

Escritor y traductor en lengua castellana. Se formó en Salamanca bajo la protección del obispo Bertrán. Ingresó en las Escuelas Pías en 1781 y fue profesor de humanidades en el colegio de San Fernando del Avapiés. Una vez de Madrid. Amigo de Forner, Moratín y Meléndez Valdés, alcanzó cierta notoriedad como editor y crítico literario. En este sentido, cabe recordar los sustanciosos prólogos de los trece primeros volúmenes que preparó para la famosa Colección de poetas castellanos de Ramón Fernández (1785–1792), los discursos sobre la tragedia y la comedia que antepuso a sus traducciones del teatro griego o su edición de la primera versión de la República literaria de Saavedra Fajardo (1793). Igualmente, no pueden olvidarse los artículos de crítica literaria que, bajo el seudónimo de Censor Mensual, publicó en el Diario de Madrid (1795–1798), actividad periodística que retomó durante la guerra de la Independencia apoyando al rey José desde la tribuna del Imparcial (1809). Murió exiliado en Francia.

Probablemente sea la traducción la actividad intelectual a la que Estala se dedicó sin descanso toda su vida. Desde muy joven tradujo sermones franceses, pero su verdadera pasión fue el griego. De 1783 se pueden datar las primeras versiones de Las opiniones atribuidas a los filósofos de Plutarco (inédita); más tarde dio Edipo de Sófocles (M., Sancha, 1793) y Pluto de Aristófanes (Sancha, 1794), verdadera novedad en el panorama español de las traducciones clásicas. Estas dos últimas merecieron elogiosas reseñas en el Memorial literario, juicios corroborados después por otros críticos, que valoraron la exactitud, claridad y falta de afectación en sus versos. En el prólogo a PlutoArgumento») señala que «en la  traducción me ha sido fácil sujetarme al rigor de la letra, por permitirlo así la naturaleza de los asuntos y del estilo; muy al contrario, en la Tragedia y en otras especies de poesía más nobles y artificiosas, es preciso, para traducir bien, atender más al sentido que a las palabras, como lo he practicado en la traducción del Edipo». Por diversas fuentes se sabe que siguió traduciendo a los poetas y dramaturgos griegos, pero sus versiones no han llegado hasta nosotros. En 1786 se embarcó en la revisión de las Recherches sur l’origine des découvertes attribuées aux modernes, de Louis Dutens, cotejando la versión francesa, la inglesa y la española de José Fernández de Castro. Los derechos sobre esta traducción se resolvieron tras un largo pleito con el cirujano Ramón Fernández, mecenas de Castro, cuando ambos aceptaron que la obra se atribuyera a Juan Antonio Romero, que costeó la impresión en 1792. A partir de 1787 colaboró con Luis Mínguez de Calderón en la traducción de algunos artículos para el Diccionario de gramática y literatura (Sancha, 1788), dentro del magno y frustrado proyecto de adaptación española de la Encyclopédie méthodique del editor Panckoucke.

Después de estos pequeños trabajos, la tarea de traducción a la que Estala dedicó mayor tiempo y esfuerzo fue El viajero universal o noticia del mundo antiguo y nuevo, compilación de viajes y descripciones de lugares de todo el mundo elaborada a partir de textos de diversos autores, que no son simple y literalmente traducidos, sino extractados, corregidos y oportunamente comentados. Publicada por entregas entre 1795 y 1801 (M., Villalpando), constó de cuarenta y tres volúmenes y cuatro suplementos que alcanzaron un rotundo éxito de ventas y alguna que otra polémica en la prensa, promovida por quienes señalaban errores o carencias, que resultan irrelevantes en el conjunto de tan magna empresa. Con el mismo espíritu divulgador completó la traducción del Compendio de la historia natural de Buffon según el sistema de Linneo, por Renato Castel, publicada también por entregas entre 1802 y 1811 (Villalpando), hasta alcanzar veintidós volúmenes.

Es también un trabajo de composición personal, en el que no sólo traduce sino que omite todo lo considerado farragoso o indecente para los lectores. Este criterio es el que también estuvo presente en su última traducción, la de los Cuentos morales de Marmontel (Valencia, Ferrer de Orga, 1813). Así, en la «Advertencia del traductor» manifiesta: «Creo haber conseguido que las ideas del autor se hayan conservado en todo su vigor, sin que fastidien con la sequedad de sus abstracciones, ni se corrompa el buen uso con un ejemplo tan contagioso». Finalmente, cabe señalar que existen discrepancias argumentadas respecto a la autoría de la traducción de El contrato social de Rousseu publicada en 1812 (Ferrer de Orga), atribuida, bien a Pedro Estala, bien a Antonio García Malo. Audaz e insobornable crítico, Estala señala que los dos defectos más frecuentes de las malas traducciones son o bien el adorno excesivo o bien la fría literalidad; ambos se evitan cuando los traductores tienen sensibilidad poética, buen gusto y, sobre todo, han estudiado en profundidad el genio y flexibilidad de la propia lengua, pues sólo así sabrán expresar la sencillez o sublimidad que exija el original.

 

Bibliografía

René Andioc, «Ramón Fernández siempre será Ramón Fernández», Ínsula 504 (1988), 18–19.

M.ª Elena Arenas Cruz, «Estala traductor» en M.ª E. Arenas, Pedro Estala, vida y obra. Una aportación a la teoría literaria del siglo XVIII español, Madrid, CSIC, 2003, 411–457.

John Dowling, «D. Pedro Estala, peripatético» en M. Vidal Tibbits (ed.), Studies in Honor of Gilberto Paolini, Newark, Juan de la Cuesta, 1996, 129–139.

Concepción Hernando, Helenismo e Ilustración. (El estudio del griego en el siglo XVIII español), Madrid, FUE, 1975, 188–192 y 228–231.

Marcelino Menéndez Pelayo, Biblioteca de traductores españoles, Madrid, CSIC, 1952–1953, II, 38–48.

Germán Ramírez Aledón, «Rousseau en la revolución liberal española: la primera edición en España de El Contrato social (1812)», Cuadernos de Ilustración y Romanticismo 18 (2012), 212–230.

Felipe Rodríguez Morín, «Una sugerencia para las iniciales del anónimo traductor de El contrato social de Rousseau en 1812», Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII 24 (2014), 137–149.

 

María Elena Arenas Cruz