Griega moderna

Griega moderna, Literatura

La traducción de textos de literatura griega moderna en España no se ha producido de manera sistemática salvo en contadas ocasiones. La historia de las traducciones al catalán guarda bastantes paralelismos con lo que acontece en el castellano, mientras que en las restantes lenguas peninsulares las traducciones aparecen de manera muy esporádica. Los factores que condujeron a esta laguna son diversos, pero en lo fundamental se relacionan con los propios derroteros políticos de España tras la batalla de Lepanto (1571) y su ausencia de relaciones políticas de calado en el Mediterráneo oriental. No debe olvidarse tampoco la propia estética de la época, pues en España primaban otros intereses cuando el romanticismo europeo encontraba fuente de inspiración en los países del sur de Europa, y fue en esa época precisamente cuando se empezó a realizar una labor editorial con el fin de acercar la literatura a un público volcado en esa Grecia redescubierta.

Los inicios de la actividad traductora al castellano o al catalán fueron realmente prometedores porque los inauguraron, en la segunda mitad del siglo XIX, personajes ilustres como Antonio Bergnes de las Casas, Juan Valera o Antonio Rubió i Lluc (con una versión al catalán de Loúkis Láras de Dimitrios Vikelas; B., L’Avenç, 1882) y otros menos conocidos como Mariano Ynyesto, que dio una versión de La papisa Juana de Emanuil Roídis (Valencia, Sempere, ¿1880?) o Ángel Guerra, que publicó su traducción de La hermana fea de Vikelas (M., Biblioteca Patria, ¿1917?). Lamentablemente este primer impulso se frustró y no tuvo continuación. En los años 30 del siglo XX hubo un nuevo conato también frustrado que se produjo por las relaciones que estableció Nicos Casantsakis con algunas figuras relevantes como Miguel de Unamuno o Rosa Chacel. Es muy probable que la lengua fuera uno de los mayores frenos para que estas relaciones llegaran a buen puerto. De hecho, no fue hasta los años 70 cuando, por parte de helenistas, empezó a traducirse de primera mano y con profusión la literatura griega al castellano y a otras lenguas peninsulares. La voluntad de Antonio Tovar, Manuel Fernández–Galiano, José Alsina y Carles Riba fue determinante para que se emprendieran traducciones directas del griego y se diera el impulso definitivo para que los estudios y el interés más allá de lo académico sobre la Grecia moderna arraigaran en España.

En estos inicios, una parte fundamental de las traducciones al castellano se debe a filólogos catalanes: J. Alsina y Carles Miralles publicaron en 1967 (B., Credsa) un ensayo sobre la literatura griega medieval y moderna donde se incluía un elenco de textos traducidos. También deben reseñarse los trabajos de C. Riba, de Alexis E. Solà y de otros muchos estudiosos, que también hicieron versiones en catalán y con ello contribuyeron a la rápida creación de una biblioteca básica catalana, aunque algunas veces no se realizaran directamente del griego, como es el caso de Joan Sales. Los trabajos de conjunto y las antologías fueron la tónica imperante en aquellos primeros años: Alsina publicó en 1962 una antología bilingüe (en un suplemento de la revista Estudios Clásicos); en 1968 la misma revista rindió un homenaje a Seferis y en un suplemento se ofreció una edición bilingüe de 33 poemas con traducciones de J. Alsina, M. Fernández–Galiano, Ramón Irigoyen, Emilio Lledó, C. Miralles, Goyita Núñez, Edelweiss Pacciotti y Antonio Tovar.

En los mismos años se consolidó una joven generación de estudiosos enamorados de la Grecia moderna, cuyo afán produciría frutos inmediatos: Pedro Bádenas de la Peña, Luis Cañigral, Luis Alberto de Cuenca, Goyita Núñez, José Antonio Moreno Jurado, Alfonso Silván, etc. En comparación a otros países europeos, en España el volumen de las traducciones de autores griegos modernos no es grande y tampoco se puede reseñar sistematicidad alguna. De hecho, tan sólo seis autores copan más de la mitad de todas las traducciones de los últimos cincuenta años: Casantsakis, Cavafis, Elitis, Ritsos, Seferis y Vasilicós. Todos ellos se tradujeron con relativa profusión, especialmente en la década de los 80.

De entre todos los autores griegos, el máximo interés recayó desde muy pronto en Cavafis, al que corresponde un cuarto del total de publicaciones aparecidas a partir de 1962. La estética de Cavafis fue apreciada por Cernuda y Aleixandre, influyó considerablemente en la generación del medio siglo (J. Ferraté, J. Gil de Biedma, R. León, J. Á. Valente) y ha constituido un elemento latente en la poesía posterior (L. A. de Villena, J. Siles, L. A. de Cuenca), donde se puede hablar incluso de un neocavafismo. Las primeras traducciones de Casantsakis al castellano se realizaron a partir de los años 50 en Argentina, y en su gran mayoría no fueron directas, sino a partir de versiones inglesas y francesas. Los cuatro volúmenes de Obras selectas aparecidas en Planeta (Barcelona, 1960–1975) son deudores de estas primeras traducciones latinoamericanas.

Las versiones de las obras de Odiseas Elitis (1911–1996) aparecieron poco después de que obtuviera el Premio Nobel de Literatura en 1979: Dignum est por Cristián Carandell (B., Plaza & Janés, 1980); Canto heroico y fúnebre por el subteniente caído en Albania por P. Bádenas, L. de Cañigral y Dimitri Papagueorguiou (Ciudad Real, Museo, 1980); El sol primero por José Antonio Moreno Jurado (Sevilla, Dendrónoma, 1980); El sol soberano por L. de Cañigral (Ciudad Real, Museo, 1982); Maria Nefeli. Poema escénico por Moreno Jurado (M., Hiperión, 1990); Orientaciones por R. Irigoyen (Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1996); Camino privado por Francisco Torres Córdova (Granada, Comares, 1996). Tras un gran paréntesis, en 2008 (B., Galaxia Gutenberg) volvió a aparecer otra traducción, que no supone realmente una novedad, en la recopilación bilingüe Dignum Est y otros poemas a cargo de C. Carandell.

En la misma época también hubo gran interés por Yanis Ritsos (1909–1990): la Antología, 1936–1971 en versión de D. Papagueorguiu (B., Plaza & Janés, 1979), prologada por A. Tovar y G. Núñez; Grecidad y otros poemas traducidos por Heleni Perdikidi (M., A. Corazón, 1979); Himno y llanto por Chipre, en versión de P. Bádenas (M., Asociación Hispano–Helénica, 1985); Sonata al claro de luna, traducción de D. Papagueorguiou y José Hierro (Santander, Peña Labra, 1984). L. de Cañigral ha traducido La olla ahumada (1982), Poemas (1983), ambos publicados por el Museo de Ciudad Real, y Repeticiones. Doce poemas para Cavafis (Gijón, Noega, 1983). Destacable es igualmente la labor traductora del chileno Miguel Castillo Didier, con Forma de la ausencia (1980) y Forma de la ausencia. Sonata Claro de luna. Otros poemas (1993), y de la mexicana Selma Ancira con Sueño de un mediodía de verano (1986), Sonata del claro de luna (1996, luego en B., Acantilado, 2008) y Estrella de la mañana (en La Jornada Semanal de 1997). Desde mediados de los 90 han vuelto a traducirse más obras: De papel por Coloma Chamorro y Javier Lentini (B., Lumen, 1996); Paréntesis. Testimonios I por Román Bermejo (B., Icaria, 2005); Fedra por S. Ancira (Acantilado, 2007), y sobre todo al catalán: Grecitat por Jesús Cabezas y Rubén Montañés (Valencia, Alfahuir, 1992); De l’acrita al patriota. Les divuit cançons de la pàtria amarga por Eusebi Ayensa (M., CSIC, 2003); Tard, molt tard, de nit entrada por Joan Casas (B., Cafè Central, 2005), Tres poemes dramàtics por J. Casas (Berga, L’Albí, 2007).

El interés pasajero y efímero por autores griegos durante los 80 también recayó sobre Yorgos Seferis (1900–1971), Premio Nobel de Literatura en 1963: P. Bádenas tradujo en 1986 su Poesía completa (M., Alianza); J. A. Moreno Jurado vertió Diálogo sobre la poesía y otros ensayos (M., Júcar, 1989); Vicente Fernández González obtuvo el premio Nacional de Traducción por Seis noches en la Acrópolis (M., Mondadori, 1990) y en 1997 tradujo Días 1925–1968 (Alianza). En Hispanoamérica aparecieron asimismo otras obras, traducidas por Lysandro Z. D. Galtier, Manuel Briceño, S. Ancira y Castillo Didier. En catalán se ha publicado Mithistorima, traducido por C. Miralles (B., Quaderns Crema, 1980); Tres poemes secrets, en versión de J. Cabezas y R. Montañés (Valencia, Edicions de la Guerra, 1993); y Apunts sobre un estiu, obra de Joan Manuel Ballesta (B., Els Marges, 1994).

Frente a los autores anteriores, cuyas versiones se deben al interés de los estudiosos, aparecen traducidas en esta época algunas novelas de Vasilis Vasilicós (1934), debido a la carga ideológica del autor y a las circunstancias políticas en España. A excepción de la Trilogía a cargo de Guadalupe Flores Liera, publicada en 1998 (M., Ediciones Clásicas), todas las novelas se tradujeron, tanto al castellano como al catalán, a partir del francés.

En la década de los 90 empezaron a aparecer nuevos autores, mientras que los traductores dejaron de ser exclusivamente helenistas. El interés de las editoriales hizo que en muchos casos se encargaran versiones a partir de una tercera lengua (inglés o francés) y en otros casos los traductores no eran profesionales ni buenos conocedores del griego, lo que no deja de percibirse en el resultado final. Un caso excepcional son las novelas policíacas de Petros Márcaris (1937) traducidas por Ersi Samará: Noticias de la noche (2000), Defensa cerrada (2001) y Suicidio perfecto (2004), las tres aparecidas en Ediciones B (Barcelona), así como Un caso del comisario Jaritos y otros relatos clandestinos (B., Byblos, 2006); y, del mismo autor, las versiones catalana de L’accionista principal (Lleida, Pagès, 2007) y castellana de El accionista mayoritario (B., Tusquets, 2008), obra de Montserrat Franquesa y Joaquim Gestí.

A finales de esa misma época, los filólogos comenzaron a traducir obras fundacionales de la literatura griega moderna en sus más variados aspectos, por lo que las versiones suelen tener gran calidad. Reseñables son las versiones de las obras de Vicenzo Cornaro El sacrificio de Abraham (Sevilla, Labrys, 1998; obra de Manuel González Rincón) y Erotócrito (M., Gredos, 2004; trad. de J. A. Moreno Jurado); así como las diversas publicaciones de E. Ayensa, en especial las antologías Balades gregues (Pagès, 1999), Baladas griegas (M., CSIC, 2000), Cancionero griego de frontera (M., CSIC, 2004); los Poemas de amor chipriotas del siglo XVI (Málaga, Diputación Provincial, 2002; vertidos por J. A. Moreno Jurado), o las Canciones populares neogriegas. Antología de Nikolaos Politis (Valladolid, U. de Valladolid, 2001; traducidas por R. Bermejo).

También se han traducido obras de época bizantina: Lívistro y Rodamna (Sevilla, U. de Sevilla, 1994) y la Aquileida (Ediciones Clásicas, 1994; ambas por J. A. Moreno Jurado); o la Crónica de Morea (CSIC, 1996) y los Versos del gramático señor Teodoro Pródromo el pobre o Poemas Ptocoprodrómicos (Granada, U. de Granada, 2001; las dos por José M.ª Egea). Pese a los evidentes esfuerzos por parte de helenistas, amantes de Grecia y de unas pocas editoriales como Ediciones Clásicas (Madrid) o Labrys (Sevilla) o del Centro de Estudios Bizantinos, Postbizantinos, Neogriegos y Chipriotas de la Universidad de Granada, aún quedan muchos autores por traducir y resulta evidente que la rica cultura griega de época moderna pasa aún desapercibida en España, salvo por unos pocos destellos.

 

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Javier Martínez