Baeza, Ricardo (Bayamo, 1890–Madrid, 1956)
Escritor y traductor en lengua castellana. Hijo de un médico militar, pasó su niñez y adolescencia en Cuba, Tánger y Burdeos, lo cual le facilitó la adquisición de idiomas extranjeros: inglés, francés, italiano y alemán. Se dio a conocer como escritor en la revista Prometeo (1908–1912), dirigida por su amigo Ramón Gómez de la Serna, y pronto se convirtió en uno de los literatos más destacados de la España de entreguerras, como escritor de viajes, crítico literario, periodista, publicista, empresario y director teatral. Entre 1940 y 1952 vivió en la Argentina.
Con todos estos quehaceres Baeza compaginaba una ingente y entusiasta labor de traductor: el primer bloque importante se halla en Prometeo; en los decenios siguientes emprendió una actividad traductora casi febril, e incluso en el exilio siguió vertiendo muchos textos al castellano. Es revelador clasificar sus traducciones según dos criterios básicos: el género literario y el país de origen del texto. En el primer eje predomina la categoría de literatura no ficticia: biografía, ensayo, estudio, etc., con más de cuarenta y cinco obras, seguida por la narrativa (más de treinta y cinco), el teatro (más de veinticinco) y finalmente la poesía (más de quince poemas individuales y alguna colección entera). En el segundo, se destacan Gran Bretaña y Francia, con más de cuarenta títulos cada una, seguidas por Alemania (unos doce), Italia (diez), Estados Unidos (ocho) y Rusia (seis en colaboración), además de algún libro de Bélgica, Noruega, Suiza, Polonia y Portugal. Con respecto a la época de composición original de los textos, se evidencia una clara preferencia por obras del fin de siglo y principios del XX. En cuanto a la selección de los textos, sin duda algunos fueron por encargo de editoriales, aunque muchos corresponden a sus propios intereses. Dentro del campo de la literatura no ficticia, cabe señalar muchas biografías, sobre figuras históricas, por Hilaire Belloc, Cuthbert Hadden, Daniel Halévy, Frank Harris, Paul Landormy y Emil Ludwig, y diversos estudios y ensayos, por Arnold Bennett, Roger Caillois, Benedetto Croce, D. Diderot, Charles de Gaulle, el conde de Keyserling, La Rochefoucauld, Bronislaw Malinowski, Marco Aurelio, F. Nietzsche, Victoria Ocampo, Denis de Rougemont, George Santayana, André Suarès, H. G. Wells y O. Wilde.
Los novelistas más traducidos por Baeza fueron británicos y rusos: J. Conrad (La línea de sombra, El negro del «Narciso»), John Galsworthy (La cuchara de plata, El mono blanco) y Wilde (El príncipe feliz y otros cuentos, seguidos de La casa de las granadas, El retrato de Dorian Gray, El crimen de lord Arturo Savile y otros cuentos); F. Dostoievski (El eterno marido, Stepantchikovo) y Dimitri Merejkovski (El nacimiento de los dioses. Tutankhamen en Creta y El Mesías. Akhenaten, rey de Egipto). También vertió novelas de Graham Greene, Anita Loos, Rachilde, Marcel Schwob, Sénancour, L. Tolstói y Thorton Wilder. El campo del drama es particularmente interesante, porque aquí Baeza combinaba la traducción con otras iniciativas teatrales, y por ende muchas de las obras fueron vertidas para su montaje con una compañía teatral suya, o para proponerlas a otras compañías. Sus dramaturgos predilectos fueron G. D’Annunzio y O. Wilde. Del primero tradujo La ciudad muerta, Sueño de una mañana de primavera, Sueño de un atardecer de otoño, La hija de Iorio, La Gioconda y La antorcha escondida. Del segundo: Una mujer sin importancia, Un marido ideal, El abanico de lady Windermere, La importancia de llamarse Ernesto, Salomé, La santa cortesana, Vera o los nihilistas, La duquesa de Padua y Una tragedia florentina; las últimas cinco formaban parte de una serie de Obras completas. También hizo versiones españolas de dramas de Friedrich Hebbel, H. Ibsen, M. Maeterlinck, Somerset Maugham, E. O’Neill, L. Pirandello, Rachilde y George Bernard Shaw. Las traducciones poéticas son menos significativas. Cabe mencionar dos aportaciones (Baudelaire y Aloysius Bertrand) a la antología de Díez–Canedo y Fortún (1913), traducciones para Prometeo de A. Bertrand, Eugénio de Castro, Paul Fort, Remy de Gourmont, Lautréamont, Camille Mauclair, Georges Rodenbach, Saint–Pol–Roux, Algernon Ch. Swinburne y Wilde, además del libro La casa del juicio (Poemas en prosa), igualmente de Wilde.
En diversos artículos publicados en El Sol en 1925 («El pleito de las traducciones») y 1928 («El espíritu de internacionalidad y las traducciones», «Traduttore: traditore», «El traductor como artista», «Literalidad y literariedad» y «La pérfida errata y el traductor sin imaginación») expuso sus ideas acerca de la traducción. Reivindicaba el trabajo del traductor, porque solía quedar relegado a un proceso mecánico realizado por personas no calificadas. Sin embargo, para Baeza, el buen traductor era un verdadero artista, que combinaba el dominio de los idiomas con el sentido común, un buen estilo e –idealmente– cierta afinidad con el autor vertido. La traducción, pues, no debía considerarse como una actividad secundaria, sino que era un factor clave en el creciente espíritu de internacionalidad europeo, y la accesibilidad de obras maestras extranjeras en lengua castellana constituía una contribución fundamental al nivel general de la cultura. Baeza abogaba por más responsabilidad y exigencia por parte de editoriales al encargar traducciones, y consideraba que la traducción no debía ser literal, sino literaria; esto es, tan fiel al espíritu como al estilo.
Bibliografía
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Andrew A. Anderson